Juan sin nombre - Una parte de un cuento

in #palnet5 years ago (edited)

“No es lo que te llamen, es lo que respondes”.

W.C. Fields

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Juan sin nombre


En realidad, sí tenía nombre: Juan de Jesús Méndez Rojas, el que le otorgaba un documento supletorio del Acta de Nacimiento, pues su madre nunca lo presentó ante las Autoridades Civiles, porque según ella: "Esa vaina nació enfermo y se iba a morir". Entonces, simplemente lo llamaba Juan chiquito, ya que su hermano mayor se llamaba Juan de Dios y para no gastar otro nombre, le decía igual que a su hermano mayor.

Con los años, "Juan chiquito" se volvió "Juanchi", una especie de contracción o apodo, tal vez, que le servía de nombre aún en los tiempos en que decidió casarse con Vicenta y, en medio de la solicitud de documentos para el evento, salió a la luz que no estaba presentado, ni siquiera bautizado y mucho menos tenía cédula de identidad, lo cual hizo que caminara más de la cuenta para poder casarse.

Juanchi creció como el mejor vendedor y ayudante de su madre en la micro-empresa familiar de dulces criollos, meriendas, empanadas, hallacas. Ayudaba en la preparación y luego en la venta, pues, sólo él salía, desde muy pequeño, con una gran bandeja en la cabeza. Y, ni por eso, era apreciado por su madre que tenía como hijo favorito a Juan el grande, que no la ayudaba para nada, pero consumía una parte importante de las ganancias del negocio, porque a él sí lo puso a estudiar y lo vestía decente, mientras Juanchí vestía sólo lo que el grande le heredaba. No tenía ningún privilegio, pero aún así, adoraba a su madre y nunca percibió su desprecio.

Ya de adultos, los dos Juanes continuaron la tradición de la casa, Juanchi no era nadie, o sí, pasó de ser el esclavo de su madre a serlo de su hermano. Juan el grande tenía dos casas de comercio y le tocaba a Juanchi atender una, por un sueldo miserable que no le alcanzaba para los gastos básicos de un hogar. Por eso, con el tiempo se dedicó a la pesca y su hermano se fue del pueblo a probar suerte en Caracas.

Ser pescador no le ofrecía muchas ventajas, pero en el pueblo no había muchas opciones. Así que aprendió el oficio, lo mejor que pudo, incluyendo los vicios y manías. Trasnochaba, bebía y se aparecía después de días en el mar con algunos pescados de poco valor, porque los mejores eran para venderlos y el dinero de la venta se diluía como sal en el agua, por el pago del ron.

La pesca lo hundió en un foso profundo, se volvió un borracho de calle, un payaso de la gente que nadie respetaba. Y le llegaban los cuentos a Vicenta: que estaba tirado en la plaza, o que se quedó dormido en el bote y le robaron la pesca. Y la pobre salía a buscarlo, no por exceso de amor, sino por la dignidad de sus hijos (como decía ella); pues no quería que ellos se sintieran menos que otros por ser hijos de un don nadie, un borracho que utilizaba la pesca como excusa para beber sin medida, para luego maltratarlos y causar escándalos.

Juanchi, más de una vez, fue abandonado por Vicenta, cansada de lidiar sola con los hijos y la casa. Y él la buscaba, la ilusionaba con que iba a cambiar, pero nada, siempre reincidía. Hasta que ella lo obligó a marcharse a Caracas, a cambiar de vida. Allá, solo y sin familia volvió a ser un trabajador incansable: lavaba carros, autobuses; vendía frutas. Y, con el tiempo, compró un rancho en un barrio y se llevó a su familia. Trabajaba duro y, en ocasiones, volvía a la mala bebida, pero Vicenta aprendió a controlarlo con pastillas.

Gracias a un amigo consiguió trabajo como obrero en un Liceo de Catia, allí le fue mejor porque le asignaban cada vez más responsabilidades, a las que él bien respondía y se ganaba la buena voluntad de los compañeros y directivos. En Caracas, el Ministerio de Educación acostumbraba a dotar a los obreros de trajes con chaqueta y corbata. Así que, cuando regresó al pueblo, algunos años después, parecía un "señor": enflusado y encorbatado bajo un clima inclemente de más de 38 º C. Nadie lo reconoció y los más allegados lo miraban con aire burlón, cuchicheando entre sí: ¿Ese no es Juanchi? Y él se sintió glorioso, creyendo ser reconocido y admirado, nunca asimiló que su madre no sólo le anuló la identidad, lo disminuyó y lo volvió una sombra sin nombre.


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Por Zeleira Cordero @zeleiracordero.

01/08/2019

Las imágenes son de Pixabay CC0 Creative Commons

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Gracias, muchas gracias por el apoyo @fridakahlo y Proyecto Cervantes.

Una historia fuerte de digerir... Una madre es el ser más importante para un niño, joven y adulto.. ella puede darnos razones para ser exitosos o no.. Saludos

Saludos, @joelsegovia. Bienvenido nuevamente por aquí. Sí, tienes razón, es fuerte y determinante para el futuro de una persona la influencia de la madre. Pero, muchas veces, la explicación a conductas antinaturales está en el ciclo de la víctima y el victimario.

Es la máxima expresión del triángulo del drama.... Un aspecto importante en la psiquiatría y el comportamiento humano.. saludos

Lo leo y no sé porque me parece que es tan real. De verdad no me extrañaría. Me gusta tu forma de escribir gracias por compartir

Gracias por la lectura y el amable comentario, @chrstnv. A veces, la realidad supera a la ficción y cosas como éstas ocurren más seguido de lo que imaginamos.

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