Balder, parte 1.

in #mitologia7 years ago

El dios predilecto, el favorito por más dulce hermoso y complaciente con los hombres, no sólo era el dios más venera­do por los humanos, sino también era el hijo predilecto de Odin y de Frigg. Sus cualidades físicas no tenían fin, pues poseía unos rasgos de gran belleza de los que parecían brotar rayos de luz, sus cabe­llos eran de un blanco prístino.

Pero no sólo los dones físicos adornaban la figura del dios, tam­bién era considerado el más sabio y elocuente de los dioses. Habita­ba en la morada celeste llamada Breidablik, en un lugar donde nada maligno o sucio podía entrar.

Sin embargo, esta adoración provocó la envidia de otros dioses, en particular de su hermano Loki, que estuvo detrás de su muer­te.

El gran dios vivía atormentado por terribles sueños que le mos­traban que su vida estaba en gran peligro, ante su temor decidió co­municárselo al resto de los dioses a los que había reunido en asam­blea, quienes, entristecidos, decidieron conjurar los peligros que le amenazaban.

Frigg prometió por el fuego, el agua, el hierro y todos los otros metales, al igual que por las piedras, la tierra, las enfermedades, las bestias, los pájaros, los peces y los reptiles, que ninguna de esas co­sas podría dañar a su amado hijo; sin embargo, Odín temiendo que ese hecho significara que la prosperidad de los dioses hubiese llega­do a su fin, buscó la respuesta en otro lugar. Ensilló su caballo, Heipner y cabalgó hacia el Niflheim, donde el perro de Hel acudió a su encuentro; mientras el gran dios avanzaba, la tierra temblaba bajo él y llegó a la alta morada de Hel.

Allí ante la adivina, preguntó si el mundo de los dioses estaba lle­gando a su fin, y si Balder terminaría muriendo y dando paso a nue­vos tiempos. Hel se enfadó mucho por haber sido perturbada en su lugar de reposo.

Mientras, se supo que no había nada en el mundo que pudiera dañar a Balder, los dioses en sus reuniones adquirieron la costumbre de rogarle que les sirviera de objetivo, así unos le lanzaban dardos, otros piedras, mientras que otros le cortaban con sus sa­bles y sus hachas de batalla; le hicieran lo que le hicieran, nadie podía hacerle daño, lo que todos consideraban un gran honor para el dios.

Sin embargo, cuando Loki presenció esta escena, se sintió muy molesto porque Balder no recibía ninguna herida, así que toman­do la forma de una mujer muy esbelta, se encaminó a Fensal, la morada de Frigg.
(-Fhtagn)
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