Sobre la muerte… el aspecto más tenebroso de la vida; del diario de una neurótica.
¿Podría esta publicación ser demasiado sombría para ser la primera?
Hace aproximadamente un año y pocos meses viví una experiencia particular…
Ningún suceso traumático, ninguna situación complicada que me sometiera a un nivel de estrés más fuerte de lo común. De hecho, en ese momento, estaba recostada en mi cama leyendo una obra literaria de la autora Johhana Lindsey, no sé si alguno la reconocerá. Justo ahora no recuerdo el nombre de la novela, tal vez la bloqueé de mi memoria debido a lo que sucedió en ese entonces.
Johhana Lindsey crea obras de romance histórico, son novelas magníficas; con una trama bastante sencilla y al tiempo enredada, una construcción literaria y un lenguaje literario exquisitos, esta autora tiene la capacidad de transportar al lector al escenario donde se están tejiendo los hilos de la historia como si de un poder sobre natural se tratase; cierras los ojos un instante y al abrirlos, de pronto te encuentras rodeado de caballeros andantes, damiselas en peligro, torres de marfil, fortalezas sitiadas, dragones y un ambiente hacino y nada favorable para la salud pero encantador. Todo absolutamente típico de la Europa medieval, donde el romanticismo está a la orden del día en todos los aspectos posibles.
Estaba pensando en lo mucho que me hubiese encantado pertenecer a esa época, en que estaba viviendo en la época equivocada, en lo maravilloso que hubiese sido ser una damisela medieval, cuando un pensamiento intruso y muchísimo menos agradable, al que le siguió como consecuencia una serie de pensamientos del mismo tipo en cadena, se abrió paso en mi mente. Si hubiese nacido en la edad media estaría muerta. Ya estaría muerta. Y eventualmente, dentro de 100 años estaré muerta, cuando los humanos de las generaciones futuras lean historias de nuestra época, estaré muerta. Eventualmente desapareceré, eventualmente dejaré de existir.
Así es, la muerte, el miedo a la muerte.
No tienen idea de la oleada de pánico tan inmenso y tremendamente opresivo que me atravesó en ese instante. Me levanté con el libro en las manos, me quedé paralizada, sintiendo que el aire se extinguía cada vez más, solté el libro y me eché de espaldas con las manos cubriendo mi cara en una señal de la desesperación tan inconsciente e indeseada que comenzaba a embargarme. Sin siquiera darme cuenta, lágrimas producto del más profundo terror corrían ya por mis mejillas abundantemente. Temblaba. Como una hoja expuesta a una tormenta de verano; me dejaba arrastrar por el huracán de sensaciones desquiciantes que estaba experimentando. Me levanté de la cama, esta vez además de las lágrimas, sollozos sacudían mi cuerpo, entré en una crisis de pánico tan fuerte que el razonamiento y la coherencia no tenían cabida en mi mente, o tal vez la crisis fue el resultado de un exceso de ellos, del exceso del pensamiento lógico que sacude al hombre, quién juega con fuego cada día, expuesto a consumirse en las llamas de la frustración. Mi mundo se tambaleó durante unas horas y algo más suavemente, durante muchos meses más. Incluso hoy, se sigue tambaleando de vez en cuando.
Nunca nada se entiende completamente. Nada se sabe jamás con certeza. Conjeturas. Suposiciones. Indicios. Ninguna verdad.
¿Cómo puede un pensamiento ser tan obsesivo e irruptor, tan tremendamente poderoso, que pueda reducir a una persona que disfruta de su pasatiempo favorito, a un simple animalito aterrado? Todos hemos pensado sobre la muerte pero ¿realmente lo hemos hecho?, todos sabemos que nos tocará morir algún día pero ¿realmente somos conscientes de lo que esto implica?, ¿está mi mente tan enferma y asustada, es tan ansiosa y obsesiva, que soy la única que no comprende por qué no tienen todos el mismo miedo desesperado? Antes de esto, yo también había pensado en la muerte de una manera superficial, pensaba en el momento de la muerte tan poco frecuentemente como la mayoría y parecía aceptarlo como algo tan natural como lo es, una ley biológica. Algo de lo que nadie, absolutamente nadie puede escapar… ahora me doy cuenta de que en realidad nunca lo pensé, jamás en el sentido humano de la palabra, porque en ese preciso momento mi reacción hubiese sido la misma. Ya que algo tan natural como la muerte, para mí, es el deseo imposible de no perecer.
¿La vida es tan hermosa porque sabemos que tiene un final?, ¿sería más hermosa si pudiésemos vivir para siempre? ¿De verdad existe la vida después de la muerte? Conjeturas. Suposiciones. Indicios. Ninguna verdad.
A las personas de cierta edad, les cuesta adaptarse a los cambios, les cuesta adaptarse a la evolución de la sociedad, quieren seguir viviendo a su manera siempre, hasta el punto en que algunos al darse cuenta de que esto no es posible, sufren una ligera depresión nostálgica que muchos achacamos a la edad, ¿no es esto un miedo natural y genético a la muerte?, ¿estas personas no están simplemente inconscientemente aterradas porque el tiempo los deja inexorablemente atrás? El tiempo es despiadado, tal vez, dentro de 200 años, alguien lea algo escrito por mí, viva en el mismo lugar donde yo había vivido, vea alguna fotografía sin saber quién soy… tal vez quede algún indicio de mi vida, alguna suposición sobre mi personalidad, alguna conjetura de las cosas que me hacían ser lo que era, pero ninguna verdad. Yo estaré muerta, habré desaparecido, no existiré. Y esto se me antoja tan aterrador, un miedo con el que tengo que lidiar todos los días de mi vida.
Ya no me echo a llorar, ya no dejo que el pánico me domine, ya no tiemblo, ya no sucede ninguna de las cosas que viví ese día. Pero el miedo, el terror, sigue ahí, acechándome, esperando que baje la guardia para volverme un animalito asustado nuevamente. El pensamiento no desaparece y a veces, puedo sentir el sabor del miedo tratar de penetrar mi paladar.
¿Han probado alguna vez el sabor ligeramente salado y seco que tiene el pánico? Seguramente. Probablemente muchos de ustedes hayan tenido una razón mucho más válida que volverse locos a ratos, pero la sensación es la misma, no discrimina entre los que son como yo, los que están un poco menos locos o un poco más y los que se llaman “normales”.
El miedo es un monstruo que te carcome las entrañas, se esconde, se camufla, para que piense que ha desaparecido y, en el momento menos oportuno, vuelve para hacer contigo cosas que ni las peores situaciones pueden conseguir…
Conjeturas. Suposiciones. Indicios. Ninguna verdad.
Les agradezco por tomarse el tiempo de leer mi catarsis terapéutica. Deseo con todo mi corazón que me den una calurosa bienvenida. Nos leemos en otra ocasión...