El cuadro le fue regalado en navidad. Ella lo miró con asombro y con excitación. Siempre le había gustado la Mona Lisa. Al principio, colgó el cuadro en la salita de su casa, quería darle un toque sofisticado. Pero la atracción hacia él era tan grande que decidió llevarlo a su cuarto. A su esposo le parecía muy raro e inquietante, no le gustaba el cuadro en la habitación y fue entonces cuando las peleas empezaron. Ella no le hacía caso, no le daba importancia, pero era claro que algo en ella estaba cambiando. De repente él la veía más delgada, con ojeras y demacrada.

Un día el regresó a casa temprano. La empresa donde laboraba pasaría por una fumigación y todos los trabajadores debían abandonar el edificio. Al llegar a casa escuchó a su esposa conversar. Pensó que a lo mejor había invitado a alguna de sus amigas -las cuales no veía en algún tiempo- y estaban poniéndose al día. Pero al entrar en la habitación, la encontró hablando con ella. Tenía el cuadro en sus manos y lucía totalmente desequilibrada. Eso lo aterró. Fue donde ella se encontraba, pero sus ojos estaba perdidos, no había lucidez en ellos. De repente ella lo miró y con una sonrisa diabólica le mostró la sonrisa de la Mona Lisa. Él dio un paso atrás, no entendía lo que pasaba. Ella se levantó y en ese momento se dio cuenta del cuchillo en sus manos.