El Prisionero de Ouroboros

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Los primeros rayos de luz se escurren por las hendijas de la cápsula amniótica que comienza a abrirse. Cae a chorros el espeso y verde líquido por el piso de la habitación y unos segundos después cae al suelo, desnudo y respirando con dificultad: Yaél.

Pero ese no es más su nombre, ahora sólo es el prisionero 01-011.

Los guardias le colocan el traje para llevarlo a la plantación. Como el resto de los esclavos de aquella colonia, debe recoger la cosecha diaria, reunir toneladas del preciado fruto.

Luego de los trabajos forzados es alimentado con aquella píldora extraña. Las primeras veces se resistía pero ya no, a fin de cuentas, aliviaba su hambre terrestre, aunque después vomitara esas diminutas larvas que los guardias recogían en cápsulas amnióticas de menor tamaño. Sospechaba entonces de algún experimento al que era expuesto, sin saber la razón.

Agotado, es llevado de nuevo a su celda. Va rememorando su vida antes de la invasión: una esposa, hijos, su pequeña aldea. Ignora si siguen existiendo en algún lugar, quizá sólo en su memoria. Al llegar, se desmaya exhausto. Es introducido de nuevo en la cápsula, que se cierra, llenando su interior de oscuridad.

Los primeros rayos de luz se escurren por las hendijas de la cápsula amniótica que comienza a abrirse. Cae a chorros el espeso y verde líquido por el piso de la habitación y unos segundos después cae al suelo, desnudo y respirando con dificultad: Yaél.

Pero ese no es más su nombre, ahora sólo es el prisionero 01-012.

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