Eddy Herrera, pionero antitrap.
En estos tiempos que corren, es sabido que el trap ha pegado por alguna razón tal vez de ritmo, líricas o cierta actitud apocalíptica de los jóvenes que hoy habitan una América Latina que pocas esperanza de futuro nos da, por lo cual deciden entregarse al perreo para hacer menos tortuoso el camino a la muerte.
Más allá de que guste o no, el trap está allí con su ritmo lento, efectos electrónicos y líricas sobre sexo, drogas y demás cosas prohibidas. O ni tan prohibidas en el sentido legal de la palabra, pero si digamos dudosas o carentes de ética para gente con ciertos valores y códigos de vida.
Pues si algo tiene común el trap y el reggaetón reciente, son los tópicos de sus grandes exponentes referentes a quitarle a la mujer a otro, en una suerte de obsesión rayando ya en el fetiche o tal vez algo más freudiano, donde el epítome de su triunfo se resume en cogerle la mujer a otro porque “el novio tuyo no te quiere” todo aderezado bajo percocet, codeína y demás cosas de prescripción no libre usualmente compradas bajo cuerda.
Si bien yo no soy un conservador pacato, todo esto me hace ruido. Más allá de las drogas que no son muy de gusto pero se las respeto a quién tiene como costearlas si trabaja por ello, me hace ruido la idea de que la idea del goce sexual de alguien sea condicionada por robarle la mujer a otro una y otra vez. Viéndolo casi como un signo enfermizo y donde si algún psicólogo lo abordara llegaría a conclusiones espantosas sobre la salud mental de los intérpretes.
Sin embargo, esto no es para hablar de psicología porque quién escribe no es experto en el tema, ni pretende serlo, ni está hablando de temas para tomarse en serio. Quien escribe lo hace para hablar de cosas intangibles como los valores. Cosas que uno aprendió en familia, escuela y en su instancia más importante y mayoritaria: de sus ídolos musicales.
Y así llegamos a Eddy Herrera, el del mullet que en los ochentas tras varias intervenciones en la orquesta de ese ilustre músico que es Wilfrido Vargas marcó una generación de pachangueros influenciados por los ritmos del rap de New York terminaron haciendo merengue hip-hop, luego reggaetón al influenciarse por El General y Rodney Clark (El Chombo) de Panamá, hasta evolucionar al trap de hoy. De esa forma, nuestro Eddy es en parte padrino de estos intérpretes de tópicos sobre desear a la mujer ajena.
Sin embargo, nuestro Eddy es lo contrario a estos sujetos que de una forma u otra copian su estilo. Si bien como buena música caribeña, hace referencia a los sentimientos y las artes amatorias, nuestro Eddy tiene ética y no va pendiente de quitarte la mujer, o de robarte de tu marido, no. Eddy al contrario, le molestan estas conductas, por lo que las rechaza, en clave del ritmo que lo hizo mundialmente famoso: Si bien “Ajena” es un cover, nuestro Eddy contrario al espíritu dominicano de asumir la cabronería o la destrucción de hogares como orgullo, rechaza de plano todo esto con su máxima expresión de la lógica del infiel “Si lo engañaste a él, a mí lo mismo me harías”. Donde más que un rechazo, es toda una declaración de intenciones contra una infidelidad de la que él también fue víctima, al quedar como “El cacho” de una relación que desconocía que estaba dañando, rescatando así el valor de saber rectificar de un error aunque no se sea del todo responsable. Y como si rechazar la infidelidad no fuera poco, nuestro bien ponderado Eddy tampoco sería un buen amigo de Nelson Merentes al negarse de plano a tener una relación con una menor de edad: Porque él está claro de las implicaciones de meterse en un problema así, además de lo dañino que podría ser para su conquista esta clase de relación aun cuando esta manifiesta su deseo de entregarse a Eddy, este se niega porque es “una fruta nueva que no hay que tumbar”, dándole así una importancia a la maduración y la espera, porque las frutas verdes suelen estar duras y hasta causar diarrea, y no es esa la idea. Y como si su punto sobre este tema no estuviese lo suficientemente explicado, Eddy cultiva años después los beneficios de no dejarse caer en la tentación de ir a la cárcel con “Ahora soy yo”: Demostrando así, que es posible disfrutar aun sin el latente riesgo de ir a la cárcel por romper leyes y quebrar códigos, y lo más importante, haciéndole saber a la bella dama de sus deseos porque “Ya no es una niña, es toda una hembra” en toda una declaración de intenciones de quien supo jugarla bien hasta el final. Porque en conclusión, mientras el trapero promedio vive más pendiente de lo que piense tu marido que de ti misma, Eddy sabe que si lo engañas, pues que quedará para él aquel día que se le ocurra empatarse contigo. Y si eres menor y te lo ofreces, si bien te rechazará hoy, no lastimará tus sentimientos y en un futuro cuando te encuentre hará lo correcto contigo.