La Moneda que está comprando el tiempo
Maracay. Abril, 2017
Everybody knows that the dice are loaded
Everybody rolls with their fingers crossed
Leonard Cohen. Everybody knows
A principios del Siglo XVII Holanda acaparó atención europea gracias a una constante presencia en jardines y veredas.
El tulipán, común en casi todo el continente, comenzó a darse distinto en suelo holandés. La flor no pintaba de un solo aburrido color como rojo o blanco o amarillo sino que podía tener vetas atigradas o puntilladas, con formas que los más imaginativos admiradores pensaban que eran retratos de personas u objetos que la planta ofrecía al espectador.
Como es costumbre, cuando raro y bello se juntan nace algo codiciable. A sabiendas de que una flor podía llegar a valer tanto, holandeses de toda clase hicieron maromas para conseguir los bulbos de tulipán más cotizados y viables. La gente vendió casas, fincas, bestias y alhajas con tal de sacar provecho del boom. Pobres se hicieron ricos y viceversa. Las estafas y excesos eran orden del día y ni siquiera la epidemia de peste bubónica de 1636 detuvo aquella espiral de demanda pues al faltar mano de obra para los cultivos se hizo aún más difícil crear nuevas variedades y los precios seguían subiendo y subiendo.
A la larga ocurrió que alguien ofreció en venta un carísimo huacal de bulbos que nadie quiso o pudo comprar. Por primera vez ocurría que nadie tenía el dinero para pagarlo o las ganas de tenerlo. El traicionero mercado dicta que lo que es repetido no vale mucho y el precio del tulipán holandés volvió a casi ser cero como al principio de la historia.
Luego vinieron quiebras, miseria y hambre. No pocos tuvieron que comerse los atesorados bulbos de tulipán ya que era lo único que atesoraban -en espera de una nueva alza de los precios- para llenar el estómago.
Por mucho tiempo se culpó a los artesanos cultivadores estas exóticas variedades ornamentales su rara belleza. Hoy por hoy se sabe que la mutación se debía a un parásito que atacaba a la planta pero esa es otra historia.
La Fiebre del Tulipán quizás sea la primera burbuja financiera registrada en la historia y lamentablemente no será la última. Es un miedo que arrastran todos los que apuestan al Bitcoin –o cualquier otra criptomoneda- como su boleto para llegar al mismo sitio.
¿Cuándo llegará el Día de mi Suerte?
Lucas puso en boca del Redentor que Dios daría vestidos a nuestro cuerpo como belleza a los despreocupados lirios del campo. En casi cualquier otra religión o literatura de autoayuda se propone con insistente frecuencia que no hay por qué afanarse por lo urgente o importante ya que “Algo” o “Alguien” hará que ocurra lo debido para que tú, lector, subsistas indistintamente de tu esfuerzo. Ese simplismo está emparedado por el sentido común.
Si releemos La Biblia encontramos que Dios Padre dicta a Adán que ganará el pan con el sudor de su frente y luego de La Buena Nueva nos recomiendan lograr la independencia y el respeto con trabajo y no pura fe. Basta decir que cualquier autor de la Nueva Onda se ampara, también, en ese precepto.
Somos propensos a tomar el camino más corto y así volvemos negocio al juego de azar. La fe y la suerte se encuentran en una alternativa para conseguir el complemento de lo que consideramos meritorio, de lo que creeemos que nos merecemos.
Solo en 2016 los norteamericanos gastaron US$ 80 millardos en billetes de lotería y durante 2017 casi US$ 117 millardos se comprometieron en otro tipo de apuestas, sean con motivo deportivo o cualquier otro más tradicional. La sencilla mecánica que ofrecen se inicia a un precio muy bajo (¿Por tan poquito podría ganar taaaanto dinero?) y la posibilidad de ganar va creciendo conforme a dificultad y premio.
Con la Bolsa de Valores sucede prácticamente igual solo que a otra escala muy diferente. Son tantos los factores a considerar para una “inversión segura” que hasta al más confiable de los corredores de bolsa se le puede ir un gazapo y perder el dinero del inversionista o dar con la opción de ganar millones de dólares en una transacción. Al final, por supuesto, se trata de su opinión sobre una trayectoria de valor de acciones y como el inversionista pagó por la experiencia de un tercero no le queda sino llanto y crujir de dientes si le va mal.
Como los países están compuestos de gente es inútil pensar que quienes les gobiernen sean mejores que los gobernados ¿Por qué creerles inmunes a entregarse al azar creyendo que la suerte les favorecerá?
La CriptoEsperanza de los menos confiables
Las criptomonedas heredaron lo mejor del tráfico de la Bolsa de Valores y su alta volatilidad las acerca al azar más silvestre. Tanto amantes como detractores de la posibilidad electrónica de riqueza admiten que mientras haya intercambio hay ganancia y por tanto todavía deben quedar caramelos en esa piñata llamada CriptoMoneda.
No dudo que los conocedores sean asertivos al tomar decisiones para maximizar ganancias y reducir las pérdidas. Mi conocimiento sobre el tema de las criptomonedas es lo suficientemente limitado para afirmar apenas una cosa: Hay posibilidades de perder tu inversión y serán mayores si no sabes en lo que te metes.
Una moneda es sinónimo de confianza. Cualquier transacción económica se basa en eso, en que lo que doy o recibo por algo será reconocido más adelante con un mínimo grado de incertidumbre. Lo triste es que como país no somos ni un poquito confiables en términos de dinero, nacional e internacionalmente, gracias a las políticas del actual presidente venezolano y su combo.
Quién sabe cuán baja será la credibilidad que tenga la Administración Maduro pues el hermetismo de los medios venezolanos al respecto es alto. Es fácil pensar que es baja por todo lo que falta en los anaqueles aunque se culpe a la tal guerra económica. Lejos de implementar políticas que estimulen la producción o faciliten los canales de distribución y seguridad para el consumo de bienes y servicios se tomó otro rumbo para “evadir” las sanciones económicas al gobierno de Maduro.
Se creó la Criptomoneda Petro y si anteriormente todo comercio de estos activos era penado por la ley -o se hacía ver que era ilegal para otros fines más oscuros como amedrentar a los "mineros" de la actividad pues se consumía electricidad subsidiada por el Estado- ya no lo es y ganar dinero con el resultado tampoco.
¡Y ahí está el Estado imitando al Pueblo! Es difícil calcular cuántos venezolanos ya usaban la misma fórmula para evadir el control estadal y obtener divisas por estos medios y ahora es el Estado quien lo hace para obtener recursos que no consigue por la poca producción petrolera, bajos precios del mercado y consabida ineptitud financiera.
Los expertos detrás de la creación de este criptoactivo venezolano prometen que será un éxito, una brillante jugada de la Administración Maduro. Es el mismo discurso que tienen todas las criptomonedas ofreciendo novedades donde no las hay y creyéndose soluciones cuando el verdadero problema es que existen demasiadas para escoger por lo cual cada una espera ser elegida como divisa de seguridad e intercambio.
Es decir: Son irremediablemente parecidas a cualquier gobierno.
Sobre la Fe y el Tiempo
El Observatorio Blockchain, organismo venezolano para arbitrar actividades relacionadas a criptominería en el país, convocó a un censo a los ocupados del sector. Muchos no concurrieron y no es aventurado pensar que la mayoría lo haya hecho por la desconfianza imperante. Una de las justificaciones era que si querías “minar” la Petromoneda debías inscribirte y luego se ventiló que esta moneda no es de coproducción de terceras partes sino en exclusiva del Estado y que su comercialización se hará por medio de casas de cambio virtuales que a la fecha de esta redacción están “en período de prueba”.
¿Si el Petro no se mina para qué es el Censo? Es lógico pensar que el Gobierno Venezolano quiera saber acerca de todo cuanto pudiera controlar. Es su naturaleza. El decreto presidencial establece el precio de la criptomoneda y ya se sabe el tiraje que circulará –haciendo esto con el respaldo de minerales aún no explotados- en realidad se trata de una emisión no declarada de bonos intercambiables de deuda sin importar el nombre que se le ponga.
Entonces, ¿Para qué son las granjas de minería que impulsan con tanta alegría? ¿Será que el Estado Venezolano quiere obtener otras monedas encriptadas para comprar el Petro y especular con su volumen y valor, inflacionariamente? ¿O es otro foco de corrupción? Es válido ensayar ambas teorías.
Que un individuo empeñe los ahorros de su vida en una carrera de caballos ya es harto irresponsable pero que la Hacienda de un país haga lo mismo es regalarle al hipódromo el destino financiero de la ciudadanía, sea afín o contraria al gobierno de turno. Es una temeridad atroz. Pero si en algo son buenos los pensadores del chavismo es en creer que todo acto de fe es lícito y que los buenos deseos preñan.
Por eso prefiero pensar en otra respuesta. Tan en boga están las criptomonedas –para bien o para mal- que crear una en Venezuela significa novedad, y eso a su vez se traduce en expectativa y posteriormente en sensación de bienestar. Se nos ha inculcado que lo nuevo que vendrá es mejor que lo que ya tenemos pero no todas las novedades que prometió el chavismo se cumplieron o lograron mejor calidad de vida.
Mientras se formulaban esos planes, proyectos, misiones, cumbres, encuentros o se peleaba contra enemigos reales e inventados se ganó tiempo. De hecho ya son casi 20 años de tiempo ganado y todo lo que se muestra como avance nacional –quizás como todo en la vida- es perfectamente rebatible.
Por eso no importa si el Petro sirve para lo que se declara. Su función es darle a Maduro unos meses más en la posición que requiere para crear otro puente hacia la misma isla accidental.
La Petromoneda no es sino el más vivo espíritu venezolano de la viveza criolla. Es insistir en que Tío Conejo puede más que Tío Tigre. Es vendernos a la Holanda del Siglo XVII mostrándonos una foto de la Holanda del Siglo XXI.
Cuando el Estado imitó a su población legitimó la impunidad ante su propia moral. Lo paradójico de esta decisión es que no tiende más vínculos con el ciudadano; más bien lo convierte en un competidor más por la supervivencia individual, que es como al venezolano le ha gustado sentirse siempre, un Vindicador del Gobierno pero como el último linchador de Fuenteovejuna.
Pero eso ya lo sabe el chavismo. Tiene demasiado tiempo conociéndonos.
Maracay, enero de 2018.