Patanemo, Puerto Cabello.

En estas últimas, una oportunidad genial que tuvimos de disfrutar la playa. Comencé las tomas con mi abuela Elena, aunque a ella no le gusta tomarse fotos. Estuvo desde que llegamos dando gracias a Dios por todas las cosas y se puso a hablar con un pescador. En cambio, mis primos y yo nos lanzamos lo más pronto que pudimos.

El clima estaba súper agradable para mí, en definitiva fue vivir en un sueño lúcido. Pues, cómo había deseado ir a la playa hacía meses atrás... Es cliché decir que el mar es mi lugar, además que no sé si tenga el derecho a decir que un "lugar" sea mío en la tierra... Sencillamente me resulta muy especial, puedo sentir mucha calma y conexión espiritual.

Escuchar el sonido del mar, sentir las olas pasar, desde lo lejos, llamándome a entrar.

Me resultaba muy particular la atracción que sentía al zambullirme y querer traspasar aquel mar.

Aunque me revolcara algunos momentos y sí, me hiciera tragar agua de sal tantas veces, más ganas me daban de volverlo a intentar. Hasta que mis primas/tías/madres cuidadoras me lanzaban un grito para que volviera atrás. Sí, por seguridad... y obedecía al final, pero qué ganas de llegar más allá, irme al fondo desconocido y ver qué podría encontrar.

Ojalá en un futuro pueda practicar alguna actividad acuática. Sería súper interesante.

Lo que sí, es que pude divertirme mucho, no desperdicié un solo segundo. Mis primos (por ser la mayor) querían hacer lo mismo que yo, así que por ello también tuve que controlar mi atrevida emoción. Y jugamos, reí como casi nunca. Gracias a Dios por toda la experiencia.