¡Algo hay de cierto en ello! Pero te habrás dado cuenta también de que una vez que los científicos confeccionan sus teorías proceden a patentar sus derechos de Autor, y luego las ponen al servicio de toda la humanidad. Es decir, no se guardan sus cosas sencillamente porque no son personas egoístas (al menos la mayoría) y entienden que la humanidad se desarrolla gracias al aporte de las diferentes corrientes del pensamiento. Este punto me permite comprender que Dios otorga privilegios a las mentes más abiertas y dadas a hacer que la humanidad se desarrolle o haga más llevadera su existencia.

Independientemente de que seas o no un científico, comparte tus conocimientos con los demás. Siempre habrá en cualquier rincón del mundo alguien que se interese por las cosas que haces y, sin que lo sepas, estás aportando al crecimiento del ser humano. A veces el egoísmo nos lleva a creer que lo que sabemos merece la pena mantenerlo en secreto hasta el final de nuestros días; cuando en realidad de nada sirve proceder de esa manera. Si la muerte te sorprende te llevas algo que en esencia NO DIO FRUTOS A LA HUMANIDAD Y NI PROBABLEMENTE A TI MISMO. Sé como los científicos, y cuando estés seguro de que posees el dominio sobre un campo del saber, estés dispuesto a sembrar las semillas del crecimiento en terceros; lo más seguro es que Dios te bendecirá y hará resplandecer en ti ciertos privilegios.

Si esperas mucho de la vida y no das a la vida una pizca de lo que ella misma ha puesto en ti, entonces las recompensas te serán reducidas a la máxima expresión. DICE EL VIEJO ADAGIO: ¡DANDO Y RECIBIENDO! Pero es más hermoso dar que recibir. Las bendiciones que de ello se reciben llevan consigo la carga de nutrientes que hará que esa correspondencia mutua sea cada vez más creciente.