Historia de Perros

in #life7 years ago

“Son las 5:00 am, hace frío y me encuentro recostado entre la paja, escucho los pasos a lo lejos que, crujiendo sobre la grava, van acercándose hacia donde me encuentro.

Claramente distingo el ruido del enorme llavero que sale de un bolsillo y que con un golpe metálico me indica que el amo busca la llave correcta para abrir la puerta.
El cerrojo cede a la llave y después de un par de chasquidos y vueltas de candado la puerta de hierro y madera comienza a rechinar en el momento que se abre.

El amo grita mi nombre y el de algunos de mis compañeros, quienes inquietos ya se están espabilando y andan prestos a salir. A mi edad ese entusiasmo ya no recorre mi cuerpo tan fácil como cuando yo era joven. Ahora me cuesta levantarme y mi espalda adolorida me lo recuerda, he perdido algunos dientes con el paso de los años y mis articulaciones ya no me ayudan a incorporarme de un salto como en los viejos tiempos. Estoy envejeciendo y cada día lo noto más.

Los primeros en ser desencadenados son los más jóvenes, son inquietos, son revoltosos y no obedecen tan fácil al amo. Entre gritos y jaloneos les van colocando la correa, algunos reciben golpes en las costillas para irlos entrenando, otros con el primer grito se han quedado tranquilos. Yo sé la rutina e inmediatamente me pongo dócil para ser liberado de las cadenas y recibir mi correa. Por fin podré salir a orinar, he tenido ganas de ir desde media noche y ahora es lo único en que puedo pensar.

La luz del amanecer comienza a salir en el horizonte, el tono rojizo en el ambiente se mezcla con olor a orina y mierda que todos soltamos como primer acto del día. La vejiga libre y el estómago vacío nos indica que nuestro desayuno viene a continuación.

Grandes platos hondos llenos de una mezcla de sobras y pan desmenuzado es el platillo, similar al de los últimos meses. La comida se sirve siempre fría, ya estamos acostumbrados. Nuestras bocas engullen de forma estrepitosa los bocados y en menos de un segundo los platos están vacíos, Nuestras lenguas recorren el metal en busca de migajas, en busca del último residuo de comida que pueda tener el recipiente. No estamos satisfechos pero es lo único que vamos a poder comer hasta que caiga la noche.

Un silbido hace que todos prestemos atención. El Amo monta un caballo y en presurosa carrera salimos detrás de él. La faena por ganarnos la vida ha comenzado. La granja depende de nuestras acciones: Ahuyentar a los lobos, rodear a la vacas, escuchar las órdenes del Amo y acatar sus deseos es nuestra labor diaria.

Corremos, jadeamos, gruñimos, sudamos y al terminar la jornada nos dirigimos de nuevo a los corrales. Nos damos un gran baño en el estanque que está al fondo, junto al chiquero y por un momento la alegría se percibe en el ambiente. El amo me ha dado una palmada y me ha dicho “Buen trabajo Bobby”. Creo que después de tantos años me he ganado ser el favorito de entre todos mis compañeros.

La noche comienza a caer, la comida que nos dieron fue muy similar a la de la mañana, la ventaja es que la calidez del día hace que no se sienta tan fría y seca como antes.

Volvemos todos juntos hasta donde están nuestras camas de paja. El amo vuelve a poner los grilletes, nos agradece el día y cierra con llave la puerta del corral. Algunos lamen sus heridas, otros caen rendidos por el sueño y el cansancio. Yo solo comienzo a soñar.
Mi sueño es el mismo de siempre, desde que llegué a esta granja: ¡ Ser libre !
Aunque ser libre en 1850 en el estado de Louisiana no es un sueño que un afroamericano pueda realizar tan fácilmente.”

…Este es un pequeño cuento (escrito por mí el día 31 de Mayo del 2015) que relata un día en la vida de un esclavo en los Estados Unidos de América del siglo XIX y exhibe la vida de los esclavizados de esos tiempos.

Muchas personas de esa época creían que los esclavos eran de su propiedad y que era “normal” tener poder total sobre ellos. Hoy en día veríamos como aberración si algo así pudiera suceder de nuevo.

Yo me pregunto si en los próximos siglos también será una aberración esclavizar a un perro, un gato, un ave o cualquier ser vivo para tenerlo como “mascota”.

Percibo que muchas personas “aman” a sus perros, gatos, puercos, aves, etc, que los alimentan, que los llevan al veterinario, les cortan las uñas, los bañan, en fin, las consienten. Sin embargo, no deja de ser una esclavitud disfrazada, no deja de ser un Amo y su esclavo en una simbiosis perversa donde uno recibe comida y techo a cambio de obediencia ciega… No importa cuánto “cariño” le tengan.

Cuando alguien me preguntaba porque no tenía un perro solo pude contestar:
Me gustan los perros, pero no me gustan los esclavos.

@nachoflores

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