Mi sangre seca en sus manos

-Dos costillas rotas-. Escuché. -El brazo izquierdo dislocado-. Añadió
-Lesión en el tobillo-. Resonó.
-No va a poder caminar-. Añadió otro. Yo abrí los ojos suavemente.
-Sí, claro, pero va a necesitar terapia-. Le respondió el primero y yo tragué grueso sintiendo el dolor en la garganta.
-Está despierta-. Dijo el segundo. Yo intenté incorporarme pero no pude ver demasiado. -Lo está-. Dijo acercándose a mi cama de hospital. El dolor de las costillas me arropó como miles de cuchillos cayendo sobre mi pecho.
-No te esfuerces-. Me dijo uno de los médicos al mirarme a los ojos. -¿Estás bien?-. Yo intenté hablar pero la voz no me salió. Si no sabía él quién iba a saber si yo estaba bien.
-Lo estarás-. Una de las doctoras al acercarse a mi cama. Yo reconocí la voz y pestañeé para verla bien. Incluso pestañear dolía. La reconocía, ella había estado allí. -Eres una luchadora, vas a salir de esta-. Dijo con una sonrisa que infundió en mi mis peores temores y me hizo recordar aquella noche.
-¿Qué sucede?-. Preguntó uno de los médicos mirando el monitor cardíaco que sonaba con violencia. Yo trataba de controlarme pero no podía evitar ver sus manos y sus botas de cuero patearme en el suelo cuando ya no podía levantarme.
-Será mejor que la dejemos sola-. Dijo la doctora mirándome con una media sonrisa. Yo me sentí fuera de lugar y tragué grueso de nuevo. -Que descanse-. Los doctores fueron saliendo uno a uno cuando ella se bajó sus lentes y no se marchó. -¿Recuerdas lo que sucedió?-. Me preguntó. Yo asentí. Lo recordaba claramente.
-Me escapé-. Le dije con la voz ronca y ella asintió bajando la mirada. -Usted y los otros guardias me atraparon...-. Ella volvió a asentir. -Y...-.
-Hicimos lo que teníamos que hacer-. Me dijo sin misericordia. ¿Golpearme hasta casi matarme? ¿Era eso lo que tenían que hacer? Yo asentí realmente indispuesta a mostrar más debilidad que mi corazón latiendo demasiado rápido. -Lo hicimos porque te amamos-. Me dijo. Yo recordé cuando ella me miró a los ojos el día que me atraparon y me partió una de las costillas con una patada... Pude sentir el crujir de mi pecho cuando eso sucedió, pude sentir sus palabras benevolentes diciendo que tenían que castigarme porque me amaban. Todo me generó repugnancia.
-Entiendo-. Le dije. Ella caminó un par de pasos y se remangó la camisa. -¿Hace cuánto?-.
-Seis días-. Yo me sorprendí. ¿Tenía seis días inconsciente? -Otros soldados te hallaron y te trajeron-. Dijo con un cinismo sorprendente. ¿Me habían dejado tirada a la intemperie por seis días? -Pero no te preocupes, vas a recuperarte de todo-. Yo asentí lo sabía.
Ella caminó un par de pasos hacia mí y sonrió con tranquilidad antes de extenderme en la mano y que yo viera en sus mangas remangadas todavía restos de mi sangre seca.
-¿Qué?-. Le pregunté. ¿Acaso trataba de asustarme?
-Quiero ayudarte-. Me dijo. -Con las terapias y a recuperarte, ¿me lo permites?-. Yo tragué grueso y lo pensé unos minutos.
Vi en su mirada que no había ningún mal en su gesto, no quería hacerme daño. Sin embargo ahí estaba. Mi sangre seca en sus manos. El dolor que estaba sufriendo justo ahora y todo lo que tenía que soportar por un castigo que no podía entender.
Nadie merecía ser tratado de esa manera.
-No, gracias...-. Le dije volteando, pero ella acercó su mano a mi rostro y me miró de nuevo.
-Necesitas ayuda para levantarte-. Me dijo. -Necesitas aprender y yo puedo ayudarte-. Yo miré de nuevo las gotas de sangre en su uniforme y me sentí indignada.
-No, gracias-. Le repetí. -Por favor, necesito descansar-. Supliqué mientras ella bajaba su mano y tragaba grueso como si le doliera mi respuesta.
Y sinceramente yo lo sentía, pero no podía prácticamente limpiar mi sangre seca de sus manos.