Colores y Sabores - Capítulo I
Capítulo I
Me desperté con el canto de los gallos, cuando miré a la ventana el sol apenas estaba asomándose, rápidamente tomé mi celular para ver el reloj y marcaban las 6:55am. Me llevé la mano a la cara por la frustración, quería dormir mínimo hasta las nueve de la mañana, pero al parecer ni eso iba a poder hacer en el pueblo. Miré hacia la cama matrimonial que estaba en el cuarto y vi a los trillizos dormidos, todos tenían aquel sueño pesado que sólo una bomba nuclear quizás los podría despertar, una bomba o la voz de mi madre diciéndole que si no se levantaban iba a buscar la correa; simples amenazas porque ellos jamás nos habían levantado la mano en su vida.
La casa de mis abuelos tenía tres habitaciones y dos baños, la habitación de ellos estaba en la planta baja para evitar que alguno se cayera; decisión bastante sabia.
Miré desde mi ventana a las afueras y pude ver como Andrea ya estaba colocando varias cavas dentro de su pickup. Me mordí el labio inferior pensando en su situación, faltaba poco para navidad y no tener con quien compartir aquel día, así sea un hermano o un primo, alguien que dijera “pertenezco a tu familia” debía ser muy horrible; sin poder evitarlo sentí pena por ella.
Salí de la cama dispuesta a bañarme y comenzar el día, quizás podría ir a la plaza y ver qué cosas podría comprar de recuerdo para mis amigas. Luego de media hora en el baño culminando por fin mi higiene personal, salí hacia la cocina donde ya estaba mis padres y mis abuelos despiertos
—Buenos días— Sonreí para saludar a uno por uno con un beso.
Ellos estaban hablando de una pequeña fiesta que iba a ver ese día en la noche en el terreno abierto de los Gonzales, para asistir sólo tenías que llevar una colaboración para compartir. Mi padre fue el primero en decir que quería ir, yo asentí con una media sonrisa pensando que quizás no iba a ser tan malo.
—Esa fiesta siempre está divida entre los adolescentes y los adultos, deberías ir Michelle así conoces gente de tu edad con quien pasarla bien— Sugirió mi abuela Carmen, sabía que ella estaba preocupada por que yo me aburriera aquí y como no quería hacerle sentir mal asentí mientras me llevaba un pan campesino a la boca. Casi había olvidado la diferencia entre el pan andino y el pan francés, ahora recordaba porqué amaba tanto venir por estos lados cuando era pequeña. El pan andino tenía una mezcla extra de leche y eso hacía que fuera delicioso.
—Mamá quiero ir hacia la plaza— Anuncié una vez que había terminado de comer
—Tendrás que esperar a mañana, tu padre y yo vamos a salir a comprar las cosas para hoy en la noche—
Fruncí el ceño —Pero eso es en la plaza—
—No necesariamente, han puesto unos locales de verduras aquí cerca, justamente le estaba comentando eso hace rato — respondió mi abuelo con una sonrisa comprensiva —Sin embargo, te puedo llevar yo a la plaza—
—No te quiero molestar — Me apresuré en decir
—¡Boberías!, voy a ir a calentar el jeep—Con eso se levantó y se fue.
—Bueno, ya escuchaste a José, ve— Mi abuela me apretó el hombro cariñosamente yo asentí y fui hacia mi cuarto a buscar mi cartera y mi chaqueta, el pueblo era inestable en cuanto al frío, de repente podía estar haciendo 25 grados y rápidamente bajaba a 10 grados.
Fui hacia el Jeep de mi abuelo y me senté en la parte de adelante, al cabo de unos segundos arrancamos.
El viaje fue silencioso, pero bastante cómodo, amaba el olor a vegetación, era como respirar aire totalmente puro lejos de la contaminación de la ciudad, la carretera era angosta, la parte del chofer estaba protegido por una barrera de seguridad de color amarilla, estas tenían la función que los autos no cayeran por el precipicio; a mi lado sólo podías ver la vegetación de la montaña y las diversas flores que lo adornaban.
Al llegar a la plaza estaba lleno de personas, faltaban cinco días para navidad y se veía la cantidad de gente comprando todo, por suerte mis padres habían abastecido la casa de mis abuelos para que ellos no tuvieran que preocuparse por nada.
—Voy a ir a visitar a Carlos, se me cuida y me llama al teléfono cualquier cosa—
Yo asentí para luego bajarme y caminé lentamente admirando las diversas tiendas que había, una en particular me llamó la atención llamada “la casa del truco”. Al entrar fui recibida por un chico de más o menos mi edad con el cabello totalmente pintado de azul, un aro estilo tubo en la oreja y las uñas pintadas de negro.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?— Sonreí de lado, me había olvidado que en los andes hablaban de usted.
—Oh no, este lugar me llamó la atención y quise venir—
Él asintió con una media sonrisa
—Bueno, puede ver sin compromiso, usted no tiene por qué comprar nada si no quiere, sin embargo, sería bueno que cuando se fuera, le llevara algún recuerdo a sus amistades— El chico tenía un poder de convencimiento, si él estuviese en la gran ciudad seguramente triunfaría.
—Claro, ¿qué me ofreces?— Pregunté acercándome a él que ya había abierto una vitrina dejándome mirar los productos
—Puede hacer trucos muy sencillos, por ejemplo— Él sacó una lata de refresco y lo comenzó a manipular como si lo estuviese levitando entre sus manos, pero luego se dio vuelta revelando el secreto del dedo pulgar
—Okay, ese me gustó— Me reí un poco —Hay uno de car..—
—Juan mire ya le entregué las tres cavas a tu padre— Andrea ingresaba con un semblante serio por estar trabajado o eso suponía, tanto que ni se daba cuenta que él no estaba solo —Cuando pueda me hace la transferencia— Añadió mientras revisaba su celular, ella levantó la mirada y su mirada fue de sorpresa.
—Buenos Días Michelle— Saludó amablemente la chica mientras se metía su celular en el bolsillo del pantalón
—Buenos días Andrea—
—¿Se conocen?— Preguntó Juan, el chico peliazul
—Ella es la nieta de la Familia García—
—Michelle Mendoza mucho gusto— me presenté al chico y él me estrechó su mano
—Juan Pablo Rincón para servirle—
—¿Ustedes irán a la fiesta hoy?— Pregunté y Andrea esbozó una sonrisa
—Oh sí, hoy es luna llena y haremos la hoguera, hoy hay noche de ultratumba— Andrea se acercó al peliazul — me toca a mí contar la historia de terror—
De una vez me puse pálida, yo odiaba muchísimo las historias de terror y sobre todo las películas, tal vez no iba a ser tan buena idea.
—¿va a ir no?— Me preguntó Andrea con una mirada perspicaz
—S-sí, es sólo que, no soy fan de las películas de terror ni las historias—
—¡qué lástima!— Respondió con voz divertida Andrea —Por aquí se escuchan muchas historias, aunque claro los peores son en los llanos— Ella se encogió de hombros para despedirse de ambos
—Los veo a los dos en la noche— Abrí la boca para decir algo, pero ya ella se había ido. No me había dado opción para faltar
—Vaya, usted le cae bien a Andrea y mire que ella no es muy sociable—
Sonreí de lado y negué con la cabeza volviéndome a enfocar en los productos de magia que me estaba vendiendo, esperaba no asustarme demasiado en la noche.
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