Concurso Día del Libro y del Idioma / Por @oacevedo / Mujeril venganza

No desmayemos ni por un segundo en nuestra empresa, mi querido Sancho Panza, porque entre estos ventorrillos husmeo la presencia de bergantes hechiceros que con sus malas artes raptan doncellas de belleza sin par y las convierten en sandías o calabazas para venderlas luego, los muy bellacos, a quien primero les dé siete reales.
Alto, detén por un momento tus pasos, mi fiel escudero, que en aquel puesto de verduras que se abre a nuestro lado izquierdo yo adivino la presencia de Draconteo, el más avaro de todos los mercachifles, asomando su fea calavera. Plugo al cielo…

Que de entre las calabazas salga aquella que vuelta a convertir en carne y hueso se disponga a vestir sed de justicia, plugo al cielo, y que yo, como enderezador de entuertos, acompañe para su honra y la mía, conforme a como profesado lo he.

Para mí tengo que algún favor divino me he llenado con caro don esclarecido, porque mira, mi escudero, pensamiento que a mi mente salta pueden verlos mis ojos convertir en factos. ¡Valga el cielo!

Hete que desde aquí la veo con la sed de desagravio en la pupila y en la mano el vengador aparejo. Ya podrá el malandrín sentir en carne propia lo que a otros ha hecho. Lento no será, ni retardado. Hela, Sancho Panza, convertida en entendida nigromante, batir la pócima y recitar ensalmes sobre la oscura olla.

Prepárate para el prodigio, ¡en guardia!, que no en balde desde siempre se ha dicho que tiene una mujer crecido ingenio para bien, al producir placeres, más, que al mal, y a la tragedia, están dispuestas. Remonta tus memorias hasta Eva.

Miradla como se arrima al desventurado, más le hubiera valido nacer burro como el rucio. Con cuanto gusto, ¡mercachifle inocente!, tomará el embrujo.