Historia corta: Lluvia y cigarros (Español)
Era Jueves por la noche y la lluvia no paraba, la fuerte tormenta inundo cada esquina y lugar de mis tenis, llevaba mis maletas porque me quedaría en casa de mi madre a pasar unas vacaciones, el abrumador estruendo en el cielo se apodero de la poca energía que aun yacía en mi cuerpo, no podía seguir manejando con la insensata intensidad de la lluvia, aparque el auto en el estacionamiento de un motel que estaba cerca de la ciudad, una gasolinera permanecía abierta al frente de este, pero el lugar estaba desierto, solo cuatro autos incluyendo el mío permanecían inmóvil siendo azotados por los chubascos que caían por montón.
Entre al lugar, el ambiente se sentía más seco, lo que hacía que mi vestimenta se sintiera incomoda, había un anciano, con chaleco y un perro sentado junto a la puerta, el perro me miro de reojo pero ignoro cada centímetro que habían entre él y yo, el anciano fumaba un cigarrillo, lo que me hizo experimentar esa noche lluviosa, le di un dólar por uno de sus cigarrillos, que me paso junto a su encendedor, lo encendí y sentí como el humo recorrió por mi cuerpo hasta salir por mis fosas nasales.
Me acerque a la barra, una chica pelirroja con una lunar cerca del labio me atendió ofreciéndome una de sus habitaciones, tome la numero 68 al azar, puesto a que no se notaban muchos vehículos en la entrada, podía darme el lujo de escoger.
Me dirigí a mi habitación el lugar era un tanto estrecho pero, y mi ropa cada vez se aferraba más los poros de mi piel, llegando a mi habitación me encontré con una chica con una piel muy pálida, su cabello era de un dorado rustico, y estaba en bata de baño, ella también estaba fumando, pero su imprudencia descarada le permitía hacerlo en los pasillos cuando era obvio que solo se podía hacer en el vestíbulo, me dio curiosidad el hecho de caminar de un lado a otro y mirar de arriba abajo, como si estuviera buscando respuesta a preguntas desconocidas.
-¿Disfrutando de la lluvia y la destrucción que le concierne a su cigarro? – Le digo
-¡Oh cariño, la destrucción me concierne más a mí que el! – Me responde inhalando un poco. – Yo tomo la decisión y lo obligo a que el me destruya.
-¿Entonces somos la mente maestra detrás de un asesino cauteloso? – Le digo regalándole una sonrisa a aquellos ojos incandescentes que me miraban con picardía y prohibición.
-¿Algunas vez has fumado un cigarrillo? – Me pregunta
-En mi vida – me detengo un momento a pensar, pero en realidad sabia la respuesta solo quería parecer interesante para aquella majestuosidad que permanecía quieta con su destructor – Solo uno, hace unos minutos.
-¿Fue el anciano verdad? - Dice – la forma en como lo consumía, y el color naranja que hacia desprender el humo te hacían sentir caliente y en calma con tana tertulia de parte de la lluvia.
No respondí nada sus arduas palabras hicieron perderme en su indispensable cuerpo que ahora estaba a unos centímetros de mí. Acerco su cigarrillo hacia mí y lo puso en mi boca. Inhale un poco, y la lujuria se desprendió como un terremoto por cada centímetro de mis extremidades.
-¿No sientes como tus problemas se suavizan pero al mismo tiempo se abren caminos a unos nuevos? – Me dice, el brillo de sus ojos decía tócame, aquel terremoto había arrasado también con la incondicional chica de los problemas y las preguntas por resolver.
Ya en su habitación, los dos en la cama su cuerpo congelado y mi cuerpo húmedo, se erizaba cada bello de su piel con mi piel, después de la tormenta fue mía, como la lluvia lo predijo, como el anciano lo reconforto y como el cigarrillo lo hizo posible.
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