Supongo que lo más lógico es comenzar con mi nombre, ¿no?

¡Hola! Mi nombre es Raffaella, aunque suelen llamarme Raffa. Soy de Caracas, Venezuela. Originalmente me iba a llamar Maria Antonieta u otro nombre super meditado y planeado por mi madre. Luego llegó mi papá con ojos de perrito y le dijo “Es igualita a mí… ¿y si se llama Raffaella?”. Veinte años más tarde está una Raffa contando esta historia en vez de una María Fernanda o una María Antonieta.

Esta soy yo cuando no soy una caricatura

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Estudio Licenciatura Física en la Universidad Simón Bolívar, una particular burbuja mágica que parece existir en una dimensión distinta del resto de Venezuela y uno de los pocos lugares donde (en la mayoría de los casos) no te ven extraño cuando dices que estudias Física. Aunque siempre está la posibilidad de que te pregunten “aaah, ¿y a qué carrera te vas a cambiar?” o “¿de verdad te gusta eso?”. Al menos es una experiencia distinta al típico “ah” de incomodidad y la mirada que sonríe y asiente mientras se aleja porque piensa que estás loco.

Aunque francamente hay que estar un poco loco para estudiar en esta universidad y extrañamente disfrutar cada momento en ella. ¿A quién quiero engañar? Desde pequeña fui curiosa y un poco después descubrí las novelas de detectives. En ese momento decidí que quería ser una versión moderna femenina de Sherlock Holmes. Con el tiempo abandoné la idea de las ciencias forenses... no hay misterio más intrigante que el por qué de las cosas. Me gusta pensar que los científicos son una especie de detectives del Universo; así que aquí estoy, soñando con eventualmente vivir descifrando misterios.

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Tengo una tendencia de llenarme de cosas que hacer y de planes que cumpliré algún día. Soy de esas personas que podrían considerarse algo buenas en muchas cosas pero expertas en ninguna. Esa muchacha que en bachillerato hacía quinientas cosas a la vez y nadie sabía cómo seguía con vida (para ser sincera yo tampoco lo sé)

Me gusta leer, escribir esa idea loca a las 11 de la noche que no me dejaba dormir o ese sueño raro que terminó siendo interesante , dibujar cositas tontas en las esquinas de mis cuadernos y la música (diría que toco la guitarra pero creo que “intento” es un verbo más apropiado jaja)

Cuando estaba en el colegio formaba parte del coro de uno de mis profesores de música. Luego de eso me dediqué a los conciertos improvisados en mi cuarto donde nadie me escuchaba o en el pasillo cuando no había gente en mi casa; hasta el día que el Orfeón de la universidad me abrió sus puertas. Encontré un pequeño grupo de personas que disfrutaban cantar tanto como yo (o incluso más). No diría que superé mi pánico escénico, pero los nervios compartidos pesan un poco menos; sobre todo cuando es con un grupo tan maravilloso como lo es mi pequeña familia de ‘orfeonitos’, como cariñosamente nos llamamos.

La obligatoria caminata desde el salón de ensayo hasta la parada de autobús (Derecha) y una de las muchas fotos que nos hemos tomado (Izquierda)

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También adoro los animales. Si alguna vez ven a alguien en la calle diciéndole “bebé” a cualquier perrito, gatito (e incluso a un escarabajo) por ahí, probablemente sea yo. Pasé por la obligatoria etapa de querer ser veterinaria, hice mi labor social en un refugio de animales durante mis tiempos de bachillerato y cuando llegué a la Universidad me enamoré de una agrupación llamada GACUSB (Grupo de Apoyo Canino de la USB).

Si les soy sincera, yo llegué pensando que ayudaría a salvar vidas y me encontré con mucho más que eso. Es difícil encontrar personas tan comprometidas y enamoradas de lo que hacen, pero en esa agrupación abundan. Muchas personas que considero amigos cercanos y con las que creo que puedo contar los encontré allí.

También conocí a un perrito adorable con una orejita caída que tuvo que quedarse unos días en mi casa después de su esterilización. Casi dos años más tarde puedo decir con seguridad que no solo se quedó en mi casa sino también en mi corazón. Su nombre es George y logró que mi papá se diera cuenta que amaba los animales y mágicamente curó las alergias que mi mamá usaba de excusa para no tener mascotas en casa (Realmente sí somos un poco alérgicas, pero preferimos fingir que no lo somos). También es parte de mi familia una morrocoy a la que llamé Blue y que parece estar en una pelea eterna con George por quién logra sacar de sus casillas al otro. Usualmente gana Blue y George se va de mal humor a dormir a en el sofá (No tengo fotos de Blue a la mano, no es muy fotogénica que digamos)

El día que conocí a George y unos meses después cuando se autoproclamó dueño y señor del sofá

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No estaba muy segura de cómo terminar esta más o menos larga introducción. Decidí que lo más apropiado sería terminarlo como suelo terminar muchos de mis días; con un atardecer visto desde la ventana del autobús de la universidad.

Un pequeño regalo por haber llegado hasta acá. ¡Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer un poco sobre mí!
¡Saludos!

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Por cierto, el dibujo del inicio y el comic son creación mía ;)