No necesitas tener hijos. Pero es imprescindible que ames a un niño

Porque cuando ames a un niño, verás futuro y no te quedará otra opción que participar activamente en ello. No permitirás que la injusticia le toque, porque estarás convencido de que no lo merece y que es tu deber entregar la piel si es necesario para que esos ojos brillen con paz y alegría. Y no hay que ser madre ni padre para eso. Solo amar profundamente a un niño. No estar cerca, ni ser familia. Amar.

Sabes que amas a un niño cuando te es imprescindible protegerle, cuando una fuerza superior a ti te responsabiliza de su bienestar y no quieres ni puedes evadir las consecuencias... porque su felicidad se convierte en tuya. Cuando ames a un niño, te sorprenderá cada pequeño avance de su desarrollo, y en ello verás brillar la supervivencia de tu especie, te verás resplandecer tú mismo. Comprenderás lo sencillo que puede ser el universo, te pondrás de acuerdo con tu propio niño interior, te darás permiso de jugar y volverás a imaginar con nitidez lo imposible. Créeme, no hay nada que nos haga madurar de mejor modo, que amar un niño.

Amar a un niño te recuerda en oleadas lo que es importante. Separa la paja del grano, te pone en tu sitio, te devuelve el alma. Te conecta con la esperanza (vive en ellos, por si no lo sabías); te compromete con el respeto profundo que debe haber entre lo humano y la naturaleza... y sobre todo, te consagra como guardián de la inocencia.

No caigas en la presión social de tener hijos, ni en justificar absurdamente tu decisión de no tenerlos. Porque el mundo no necesita que te reproduzcas y tu no necesitas reproducirte. Lo que sí necesitamos todos, es gente mejor, mejorándose a sí misma y mejorando el mundo.

Si realmente sueñas con crecer, ama a un ser humano que esté comenzando a vivir y aprende con humildad de ello.
Es infalible.

Rayén Muñoz
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