Breve cuento paleolítico
El pequeño niño neanderthalito, “Ug”, se dirige de la escuela a su cueva con la boleta de calificaciones en la mano. La boleta obviamente estaba tallada en piedra, tratándose de la edad de piedra. Ug estaba preocupado porque había reprobado algunas materias y temía decepcionar a su padre y madre, “Grok” y “Ura”. Siendo hijo único, no sólo era el objeto de toda la atención y cuidados de sus padres, sino que además se le exigía más de lo normal porque, después de todo, era el futuro de la familia. Ug era hijo único no porque Grok y Ura no hubiesen tenido más, que sí tuvieron, sino porque la tasa de mortalidad infantil en esos tiempos era muy alta, y todos los hermanitos y hermanitas de Ug habían sido o devorados por un tigre dientes de sable o aplastados por un mamut.
El mundo era nuevecito, reciente. Tan reciente era el mundo que la primera mata de aguacate que creó Dios aún no había echado la primera carga. Por todas partes había helechos gigantes y a donde dirigiera uno la mirada había un volcán humeante en el horizonte. Había un único continente toscamente apiñado y aún no habían sido creados ni la jirafa, ni el leopardo, ni el almendro.
Cuando el pequeño Ug llegó a su cueva, su padre estaba sentado en una piedra chupando un fémur.
Ug se le acerca y le ofrece la boleta de calificaciones para que la revise.
Grok, el padre, pone a un lado el fémur a medio roer y observa al pequeño. Se incorpora apoyándose en sus hipertrofiados nudillos, coge la pesada loza, la observa un buen espacio, arquea una de las hipertrofiadas cejas, y hace un esfuerzo con su atrofiado cerebro.
Mira fijamente a su retoño y le dice:
—Ug, hijo, entiendo que hayas reprobado “talla en piedra”. Es una materia difícil, y a mí mismo se me dificultó mucho cuando tenía tu edad. La obsidiana es esquiva y frágil. Eso lo entiendo... También entiendo que no se te den muy bien las matemáticas, pues eso de contar hasta diez es exigir mucho. En mi época enseñaban hasta cinco. Igualmente comprendo que “desollamiento de presas” se te haga complicado... —larga pausa—.
El pequeño Ug observaba a su padre con aprehensión.
—Pero hijo —continúa Grok—, hijo querido... ¡Bellaco! —levantó la voz de repente— ¡Bellaco inútil! ¡Perezoso hijo de las cien mil perras! ¿Para esto tu madre y yo nos deslomamos el día entero, yo cazando y tu madre recolectando para que no te falte nada? ¡Malagradecido del demonio! ¡Bribón!
Grok estrella la boleta contra las paredes de la cueva, llenas de pinturas rupestres, partiéndola en mil pedazos. Pedazos éstos que serían estudiados milenios después por perplejos paleontólogos.
—Entiendo todo, —prosigue Grok indignado— pero lo que no puedo comprender ni me puede pasar por la mente es ¿cómo diablos has reprobado historia?
Originalidad y talento. Me gustó mucho este relato de humor fino.
"Tan reciente era el mundo que la primera mata de aguacate que creó Dios aún no había echado la primera carga. " Frase memorable. Créeme: esa sí parece de García Márquez (si su madre hubiera sido andina y su padre de Los Llanos).
Cuando vi la imagen, creí que era una critica de cine. Luego de la breve distracción, entré en este muy gracioso relato. Me he reído un montón, @sansoncarrasco.
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