¡Hola amigos de Steem Venezuela, amantes de la escritura! hoy quiero compartir con ustedes una maravillosa anécdota que escuche hace muchos años y fue de gran reflexión para mi, luego de un tiempo lo leí en un libro que le regale a mi esposa tiene por nombre,
La Vaca sin Culpa,
De Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo ,lleva por nombre "Canicas Rojas "
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"Canicas Rojas"
Durante los duros años de Revolución Mexicana solía detenerme en el almacén del Señor Martinez en una comunidad de Aguascalientes para comprar productos frescos. La comida y el dinero escaseaban y el trueque se usaba mucho. Un día en particular, el Señor Martinez me estaba empaquetando unas papas.
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De repente me fijé en un niño pequeño, delicado de cuerpo y aspecto, con ropa roída pero limpia que miraba atentamente un cajón de peras frescas y maravillosas. Pagué mis papas pero también me sentí atraído por el aspecto de las peras.¡Me encanta el dulce de pera y las papas frescas! Mientras miraba las frutas, no pude evitar escuchar la conversación entre el Señor Martinez y el niño.
-Hola Toño, ¿como estás hoy?
-Hola Señor Martinez. Estoy bien , gracias. Solo admiraba las peras,se ven muy bien.
-Sí, son muy buenas. ¿Cómo está tu mamá?
-Bien. Cada vez más fuerte.
-Bien. ¿Hay algo en que te pueda ayudar?
-No Señor. Sólo admiraba las arvejas.
-¿Te gustaría llevar algunas a casa?
-No Señor. No tengo con que pagarlas.
-Bueno, qué tienes para cambiar por ellas?
-Lo único que tengo es esto, mi canica más valiosa.
-¿De veras? ¿Me la dejas ver?
-Mire, ¡Es una joya!
-Ya lo veo. El único problema es que ésta es azul
y a mí me gustan las rojas. ¿Tienes alguna como esta, pero roja, en casa?
-No exactamente, pero casi.
-Hagamos una cosa. Llévate esta bolsa de peras a casa y la
próxima vez que vengas muéstrame la canica roja que tienes.
-Desde ya! Gracias Señor Martinez.
La Señora Martinez se me acercó a atenderme y con una sonrisa me dijo:
-Hay dos niños más como él en nuestra comunidad, todos en situación muy pobre.
A Salvador le encanta hacer trueque con ellos por peras, manzanas, tomates, o lo que sea. Cuando vuelven con las canicas rojas, y siempre lo hacen, él decide que en realidad no le gusta tanto el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de mercadería y la promesa de traer una canica color naranja o verde tal vez.
Me fui del negocio sonriendo e impresionado con el Señor Martinez. Un tiempo después me mudé a Guadalajara pero nunca me olvidé de este hombre, los niños y los trueques fingidos que hacían entre ellos. Pasaron varios años, cada uno más rápido que el anterior. Hace poco tuve la oportunidad de visitar unos amigos en esa comunidad de Aguascalientes y mientras estuve allí, me enteré que el Señor Martinez había muerto. Esa noche sería su velorio y sabiendo que mis amigos querían ir, acepté acompañarlos.
Al llegar a la funeraria, nos pusimos en fila para conocer a los parientes del difunto y para ofrecer nuestro pésame. Delante nosotros en la fila, había tres hombres jóvenes. Uno tenía puesto un uniforme militar y los otros dos llevaban elegantes trajes oscuros con camisas blancas. Parecían profesionales.
Se acercaron a la Señora Martinez, quien se encontraba al lado de su difunto esposo, tranquila y sonriendo. Cada uno de los hombres la abrazó, la besó, conversó brevemente con ella y luego se acercaron al ataúd.
Los ojos llenos de lágrimas de la Señora Martinez, siguieron el movimiento de ellos mientras cada uno, mientras cada uno tocaba la mano fría dentro del ataúd. Luego los hombres se alejaron de la funeraria con los ojos llorosos.
Cuando llego mi turno y al acercarme a la Señora Martinez le dije quién era y le recordé lo que me había contado años atrás sobre las canicas. Con los ojos brillantes, me tomó de la mano y me condujo al ataúd.
- Esos tres jóvenes que acaban de salir son los tres chicos de los cuales le hablé. Me acaban de decir cuanto agradecían los «trueques» de Salvador. Ahora que no puede cambiar de parecer sobre el tamaño o color de las canicas, vinieron a pagar su deuda. «Nunca hemos tenido riqueza» -me confió- pero ahora Salvador se consideraría el hombre más rico del mundo.
Con una ternura amorosa levantó los dedos sin vida de su esposo. Debajo de ellos había tres canicas rojas exquisitamente brillantes.
Moraleja:
No seremos recordados por nuestras palabras, sino por nuestras acciones. La vida no se mide por cada aliento que tomamos sino por las cosas que nos quitan el aliento.
La enseñanza que me trae esta anécdota es que las simples acciones que hagamos hoy, tendrán un valor mañana. Para nosotros podrían ser un grano de arena pero para tu prójimo sera una piedra preciosa de valor incalculable. Como lo dice las Sagradas Escrituras en la segunda carta a los Corintios 2 Corintios 8:14-15.
Sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad,
como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.
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Me encanto, me enseño muchas cosas esta lectura @sharlestv...
Excelente reflexión, gracias por compartirla, saludos
¡ Muchas @sir-lionel gracias a usted por dedicar una parte de su tiempo para leerla! Saludos.
Me encanto esa reflexión , es algo que realmente debemos tomar en cuenta .. Gracias por compartirla con nosotros
¡Feliz @solimar de compartir con ustedes!