Mientras estaba en la orilla del océano, el sol besaba mi piel y una suave brisa acariciaba mi pelo. El sonido de las olas llenaba el aire creando una sinfonía relajante. Era un día perfecto para pasear por la playa.
Un grupo de desconocidos, todos riendo y disfrutando, se tomaban selfies con el impresionante océano como telón de fondo.
Al acercarme a ellos no pude evitar sonreír. Me saludaron calurosamente y me hicieron sentir parte de su círculo de amigos. Cuando nos presentamos, su entusiasmo era palpable y me invitaron a participar en su improvisada sesión de fotos.

Nos colocamos juntos en diferentes posturas para capturar momentos de felicidad y alegría. Las sonrisas de los desconocidos eran contagiosas e irradiaban auténtica felicidad. A pesar de que acabábamos de conocernos, compartimos una conexión instantánea unidas por nuestro amor a la naturaleza y la aventura.

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