Bee siguió las instrucciones de su mamá y, aunque se estrelló varias veces contra el suelo, las flores, los árboles, siguió practicando hasta el cansancio. Empezó a sentir el viento y a disfrutar cada intento.

Bee volvió a su casa, le contó a su mamá lo bien que se sentía y así pasó varios días practicando, hasta que se volvió una experta en su vuelo. También se dio cuenta de que con su pequeña boquita, podía levantar mucho peso, así que volaba y levantaba por ahí cualquier cosa caída que se encontraba

Una tarde, mientras Bee practicaba, empezó a escuchar gritos, clamando por ayuda, se escuchaba muy lejos, entonces agudizó su oído deteniéndose y cerrando sus ojos, pudo dar con el lugar exacto de donde provenían los gritos, así que voló a todo lo que daban sus alas, entre muchos árboles y llegó al sitio

Muchos árboles estaban en el suelo, Bee no entendía nada, pero logró divisar a un pequeño conejo atorado entre un árbol y el suelo, Bee se acercó y se dio cuenta de que la pata del conejito enredada en las raíces era lo que le impedía salir.

¿Será que puedo levantar ese árbol? - Se preguntó Bee. Sin hacer mucho ruido, lo tomó por la copa y sin mucho esfuerzo lo movió y el conejo salió

¡Wow! No sabía que las abejas tenían tanta fuerza. - Dijo el conejo asombrado. - ¡Gracias amiguita! Tenía mucho miedo. Andaba con mis padres y me distraje, viendo a los humanos derribar los árboles. _ Continuó.- Ellos me advirtieron que me apresurará, pero no obedecí. Ahora no sé dónde están

Tranquilo, ya los encontraremos.- Dijo Bee. ¿Recuerdas dónde está tu madriguera?

No. - Dijo el conejo preocupado. - Me siento confundido.

Tranquilo amiguito. Hagamos algo, te voy a tomar por tu cola, muy fuerte, no te dejaré caer y te elevaré para que desde arriba mires bien. ¿Te parece?