Parte de todo esto, es lo fácil que es recomendarle a otro, sobre las posibles actuaciones en respuesta a un hecho, conocido o sorprendente o la suma de los dos, y tener la palabra oportuna para sugerir lo que por elección podría hacer, es mas, se dice con facilidad: “yo en tu caso haría…”, hasta que realmente lo vive y esa sugerencia ni pasa por la mente para hacerlo a su vez, dejándose atrapar por las reacciones emocionales, que desencadenan nuevas respuestas mentales, para generar más respuestas emocionales, que traerán más elucubraciones emocionales que dan más pensamientos nefastos… y así sucesivamente, hasta que eso se convierte en una enfermedad física o cometer una locura.

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En todo esto ese biorritmo o montaña rusa de reacciones y pensamientos, hay que dejarlos ser, sacar todo aquello que brota, descargar, escucharse, entrar en los demonios internos que quieren intervenir en el proceso, algunas o muchas lágrimas… en fin, vivir todo el proceso, para, una vez recuperado el control, asumir el mensaje… la enseñanza… conectarse con el conocimiento previo, la mano de Dios, la fe... y descubrir lo bueno en todo eso.

Siempre hay un para qué más allá de lo evidente en cada situación, solo que todos nos dejamos llevar por el suceso afoscados por el supuesto monstruo que se acaba de escapar de su jaula, sin notar que el cuidador con la respuesta adecuada salió a la vez. Solo vemos el primer plano. Así no entendemos el sentido del evento.