El género epistolario como voz literaria

Introducción

En éste artículo, atendiendo a un asunto personal, reflexionaré sobre el género epistolar, es decir, esa costumbre añeja (y bohemia para algunos), sobre el mandar cartas de manera física y, cómo éste puede ser un pretexto para desarrollar el oficio de la escritura. Serán una serie de apuntes las que se leerán en el artículo, que surgen del acto de dar respuesta a una carta que me llegó por correo. Huelga decir que me ha dejado maravillosamente asombrado.

Desarrollo

Mi madre tuvo que salir de viaje por un asunto personal a otra ciudad. Eso permitió que, de manera fortuita, una amiga y familiar que es artista gráfica, me enviara una carta manuscrita de puño y letra. Al regreso de su viaje, mi madre me la entregó. Ese mero acto me dejó obnubilado. Era algo que pensé sucedía muy remotamente.

Debo confesarles que yo escribo en puño y letra, y mucho. Aunque ya hace demasiado tiempo, seguro preso de la digitalización; que no escribo cartas. El recibir una, me da la oportunidad, después de llera, de responderle de la misma manera: con una misiva escrita en papel, con tinta. Será un acto noble de amistad, sin duda alguna.

[Foto tomada con mi celular.]

A propósito de epístolas, recuerdo cuando en el bachiller, en la biblioteca pública, no recuerdo el motivo por el cuál escogí esos tomos; empecé a leer de lo que llaman obras completas el tomo correspondiente a correspondencias entre Villaurrutia y Alfonso Reyes. Me maravillaba no solo el hecho de que se compartían cartas sino la posibilidad que tiene uno de sustraer ideas de intelectuales.

He ahí que terminé buscando ese tipo de libros y me encontré con el de Auster et al. (2019) y me llamó mucho la atención. Debo confesar que apenas lo empezaré a leer, espero ésta misma semana terminarlo. Seguramente aprenderé mucho de ambos escritores que son muy valiosos para mi formación incluso. Será una lectura singular.

Todo este marasmo emocional e intelectual me lleva a cuestionarme sobre el porqué no desarrollamos los que aspiramos al oficio de la escritura, a éste tipo de actividades. En lo personal, he decidido que de manera gradual y paulatina empezaré a trabajar éste tipo de redacción. Sin duda será un ejercicio interesante, además de intimista.

Precisamente uno de los rasgos que aprecio de las cartas es que nos abre a los lectores, sean personales o en obras literarias, a escudriñar en nuestro pensamiento y en cuestiones que se corresponden tal vez a la psique. No sé, me ha dejado en un letargo reflexivo este tema de las cartas. Veamos en el camino qué nos va deparando el destino en mi caso, como escritor.

La tarea es clara en éstos inicios, leer y responder la carta de mi familiar y construir una correspondencia fructífera y leer el libro de Auster et al. (2019). Seguramente tomaré algunas notas para desarrollarlas a manera de ensayo respecto a lo que es el ejercicio epistolar. Rasgos intelectuales y de conexión emocional, por ejemplo, es probable que analice.

Y a propósito de responder a la carta y esperar haya respuesta, me he percatado que debo comprar hojas especiales para tal fin. Normalmente uso hojas blancas para escribir y luego, pasar todo al Word. Responder la carta debe no solo plasmar ideas sino nuestra personalidad. Buscaré papel de estilo vintage para responder a la carta que he mencionado varias veces.

Conclusión

Aunque no le he dado un soporte teórico a la siguiente propuesta: que el género epistolario ayuda a desarrollar el oficio de la escritura, es claro que sí lo es. De entrada, porque es un ejercicio de pensamiento que enfrenta a una hoja en blanco. Ese es un requisito imperativo de todo escritor, un diálogo interno de ideas y de comunicación argumentativa con el hipotético lector.

Referencia

Auster, et al. (2019). Aquí y ahora. Anagrama.