Mi participación:

El humo, el calor, las brasas encendidas, y más calor, acompaña los domingos familiares con carne asada. A mi mente vuelven los recuerdos de las vacaciones forzadas en Anaco donde la abuela nos llevaba, y digo forzadas porque siempre preferí la playa al campo. Estos domingos no faltaba la visita al terreno de la familia para recoger las frutas maduras que se perdían al caer de los árboles sin nadie que pudiera aprovecharlas, comía guayabas pintonas por temor a encontrar tos típicos “gusanitos blancos”, las brasas de la parrilla comenzaban a arder cerca del mediodía, pero solo 2 horas más tardes brindaban la mejor carne asada al paladar de los comensales.

Entre risas y gritos de niños que solo quería seguir jugando, se comía esta parrilla con casabe y una improvisada yuca sancochada, mientras yo solo pensaba en las guayabas que me faltaban por degustar, también recuerdo algo que se extraía del coco seco que asomaba el retoño de una planta, se le llamaba “bola de coco”, con un sabor dulce y textura de suave algodón. Para el día de hoy han pasado cerca de 30 años desde esta última reunión.