Muerte sin fin (José Gorostiza)

in EN ESPAÑOL4 years ago

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**Tecnología y literatura **

Salió hace algunos años una versión de este poema en una aplicación para iPhone y el iPad, promocionado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México. Es una aplicación que no he tenido oportunidad de probar ya que no poseo los dispositivos, pero parece que hay una versión Android (que tampoco bajaré pronto). Posee una edición crítica del poema, versiones leídas por personajes importantes de la cultura y el espectáculo del país, junto con aplicaciones para jugar con el poema. Sin duda es un esfuerzo loable indicando la inclusión de las políticas culturales y la creatividad en la promoción de la literatura. Sin embargo, la pregunta que abre esta curiosa aplicación es importante: ¿acaso la tecnología digital nos permite mejorar la experiencia de la lectura, o solamente es un accesorio innecesario?

Tenemos que pensar este problema en términos tanto del mercado cómo de la mejor manera para hacer llegar a los lectores los textos, tanto de los autores clásicos como de las nuevas promesas. Lo cierto es que este problema siempre fue administrado por el monopolio de las editoriales, quienes eligen de ambos mundos lo que consideran mejor y lo ofrecen al público, no siempre de la mejor manera y no siempre con los mejores resultados. La red ha permitido democratizar en gran medida este proceso, ya que la mayor parte de los autores clásicos se pueden encontrar en ediciones aceptables dentro de la red, y los autores nuevos pueden ofrecer directamente sus obras para el público que las quiera leer. Por supuesto, queda el enorme problema de ganar dinero con este modelo de intercambio de información, ya que es un hecho que gran parte de la información de la red tiene que ser gratuita para poder aminorar las enormes desigualdades económicas y culturales al que nuestras formas de organización social nos tiene sometidos. De esta manera, publicar en la red es una manera de poner la información al alcance de todos, por lo que el modelo tradicional de los libros como única fuente de intercambio de información es un modelo que ya se encuentra del todo obsoleto.

¿Por qué debemos seguir pagando por ediciones de libros o aplicaciones electrónicas si los textos ya se encuentran en la red? Una manera de solucionar el problema es recobrar la misión primigenia de los textos como obras artísticas, produciendo por tanto ediciones de enorme calidad que trasciendan la experiencia de lectura de la pantalla o del texto simple y que pueda ser considerado el libro como un artículo valioso en sí mismo. También lo que es verdad es que las ediciones críticas de los textos clásicos no son nada fáciles de hacer por la investigación que involucran y las opiniones de académicos destacados que pueden dar otra dimensión al texto, por lo que incluir información tanto académica como gráfica (mapas interactivos, información cultural relacionada con el texto, conexión con otras obras artísticas) son aportaciones valiosas por las cuáles debe pagarse un precio y que vale la pena atesorar porque agregan valor a la experiencia del lector.

Lo que sigue siendo verdad es que la industria cultural en los países de habla hispana apenas comienza a crecer, y no tiene nada que ver con las grandes industrias culturales de habla anglosajona o germánica, que tienen siglos manejando el negocio. Lo que la cuyuntura tecnológica nos aporta es un medio rápido y eficiente para llevar a todo el mundo el fruto de nuestro trabajo y obtener beneficios de manera limitada pero con una expansión cada vez mayor. No debemos temer a estas nuevas maneras de entender la lectura, quedando claro que no siempre la pantalla es la mejor manera de poder disfrutar un texto. Es en atender la diversidad donde se encuentra el futuro de la industria editorial.

Os dejo, por el día de muertos, el final de Muerte sin fin, un poema del escritor mexicano José Gorostiza que no necesita más presentación.

Muerte sin fin [fragmento]

[...]

XVIII

¡Tan-tan! ¿Quién es? Es el Diablo,

es una espesa fatiga,

un ansia de trasponer

estas lindes enemigas,

este morir incesante,

tenaz, esta muerte viva,

¡oh Dios! que te está matando

en tus hechuras estrictas,

en las rosas y en las piedras,

en las estrellas ariscas

y en la carne que se gasta

como una hoguera encendida,

por el canto, por el sueño,

por el color de la vista.

¡Tan, tan! ¿Quién es? Es el Diablo,

ay, una ciega alegría,

un hambre de consumir

el aire que se respira,

la boca, el ojo, la mano;

estas pungentes cosquillas

de disfrutarnos enteros

en un solo golpe de risa,

ay, esta muerte insultante,

procaz, que nos asesina

a distancia, desde el gusto

que tomamos en morirla,

por una taza de té,

por una apenas caricia.

¡Tan, tan! ¿Quién es? Es el Diablo,

es una muerte de hormigas

incansables, que pululan

¡oh Dios! sobre tus astillas;

que acaso te han muerto allá,

siglos de edades arriba,

sin advertirlo nosotros,

migajas, borra, cenizas

de ti, que sigues presente

como una estrella mentida

por su sola luz, por una

luz sin estrella, vacía,

que llega al mundo escondiendo

su catástrofe infinita.

[ Baile ]

Desde mis ojos insomnes

mi muerte me está acechando,

me acecha, sí, me enamora

con su ojo lánguido.

¡Anda, putilla del rubor helado,

anda, vámonos al diablo!

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Muy buen poema, me ha gustado mucho, saludos.

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