La importancia de llamarse Roahl Dahl

La fortuna es caprichosa y quien tuvo poder e influencia en un tiempo es olvidado en unos pocos años. Pudiéramos engañarnos y pensar que el mérito es completamente crédito del hombre, cuando una serie de circunstancias son las que encumbran o hacen caer a las grandes figuras. Esto es especialmente cierto en el cine, donde las modas cambian rápidamente y donde puedes tener muy diversos destinos.
Tal es el ejemplo de Stephen King, el rey del horror de los años ochenta que estuvo años relegado por la vorágine de los noventas, para estar de regreso con mucha fuerza tras la adaptación de Eso, Cementerio de Mascotas y El visitante. Caso diametralmente opuesto es el de Dalton Trumbo, guionista de Papillon y Espartaco que si no fuera por la película de Bryan Cranston prácticamente se encontraría en el olvido. Gracias a la adaptación de Kubrick recordamos a Anthony Burguess y es muy probable que Tolkien mantuviera su importancia literaria sin la adaptación de Perer Jackson, aunque con una popularidad mucho menor. Como siempre, las situaciones específicas de cada tiempo determinan qué obras son populares y cuáles quedan como un divertimento o una película de culto. Muy complejo es el caso de Roahl Dahl.
Dahl surge como escritor infantil como una opción como excombatiente de la Segunda Guerra Mundial, de una manera parecida a Saint-Exupéry; con la fortuna de que el inglés continuaría escribiendo hasta su muerte en 1990. No se dedicaría exclusivamente a las historias para niños, sino que se dedicaría al guionismo televisivo y escribiría historia y otra clase de novelas.

Su primer gran éxito serían Los Gremlins. No la reinvención que se realizó en 1984, sino la adaptación que Disney hizo de su libro publicado en 1943. Sería Dahl quien daría forma al mito, producto de los cuentos populares que contaban los miembros de la Real Fuerza Área sobre hombrecitos que se dedicaban a sabotear los aviones, explicación para los daños a las aeronaves que no encontraban explicación. El escritor enriquece la historia, al explicar que la ira de las criaturas se debe a la destrucción de los bosques para construir los aviones, y en su cuento los convence para pelear contra los nazis saboteando sus aeronaves. El éxito del libro será tal que Disney crearía una serie de cortos abordando historia sobre estos curiosos personajes. Aunque Dahl continuó escribiendo, el reconocimiento de sus obras y series para televisión no sería tan grande hasta la década de los setentas, cuando escribió Charlie y la Fábrica de Chocolate.

Desde su publicación en 1964 la novela no ha dejado de publicarse, pero poco tiene que ver con el éxito de sus dos adaptaciones cinematográficas. Aunque realizó la primera versión del guión, éste recibió numerosos cambios, lo que marcó la ambivalente y complicada relación de Dahl con Hollywood. La actuación icónica de Gene Wilder y los decorados clásicos de la fábrica convertirían a esta historia en un clásico instantáneo y una de las historias más recordadas por los niños de los años setenta. Tanto es así que la versión de Tim Burton con Jhonny Depp como Willie Wonka (en esta ocasión más cercano a Michael Jackson que a Wilder) es más recordada aunque el manejo de la historia es superior en la versión de los setenta.
Dahl podía vivir de las regalías de sus obras, bastante famosas como veremos gradualmente. El éxito fue tal que resultó difícil convencerlo para una nueva adaptación cinematográfica. Tanto fue así que la versión de su libro "Las brujas" requirió de la participación de Angelica Houston y Roger Arkinson de apoyo para garantizar el éxito. Tal es la nostalgia de esta película que un remake se encuentra en camino con Anne Hataway en el papel que representó Houston en 1990. Sin embargo, la molestia del autor fue muy grande porque cambiaron el final, a pesar de que se le mostró en una versión de prueba respeto por su final original (el final de la película considero es mejor). Tal fue su molestia que declaró que en vida no volverían a adaptarse al cine ninguna de sus obas, amenaza que se cumplió pues murió pocos meses después de estrenada la película.

La obra de Dahl sería relegada al segundo plano tras el resurgimiento de Disney con la Sirenita. Este cambio no sería tomado a mal, tomando en cuenta que antes tanto Las Brujas como la adaptación de los Gremlins se quedaron en el imaginario popular. La generación que fue niña en los noventa dejaría a un lado la obra de Dahl, pero los niños que crecieron añorando esas historias realizarían adaptaciones del tamaño de las obras que se realizaron en la vida del autor. Como ya mencionamos, el primero de ellos fue Tim Burton, pero Danny DeVito no se quedaría atrás, filmando otro de los clásicos del cine infantil.

Matilda fue estrenada en el año 1996, y a pesar de ser opacada por el éxito arrollador de Space Jam, con el paso de las décadas se ha convertido en una de las películas más queridas del cine infantil e increíblemente la más querida de DeVito a pesar de su larga e importante filmografía. La historia de la niña que le gusta leer con poderes telequinéticos ha inspirado a muchos niños desde entonces y su encanto no ha envejecido para nada. Temas como la conformidad de los adultos, la violencia psicológica del sistema educativo y la posibilidad del cambio son asuntos poco comunes en los temas infantiles, marca personal de Dahl donde el miedo y la avaricia del mundo adulto reflejado en los niños no para de aparecer, siendo tratado con humor y un poco de cinismo. Las películas recomendadas no tienen desperdicio y no han envejecido mal, a pesar de los colores de la versión original de Charlie.
Cuando parecía que el legado de Dahl habría terminado, aún tenemos otra sorpresa.

El fantástico señor Fox, una película del director amante de la simetría Wes Anderson, es también una adaptación de la obra de Dahl. Una fábula que sigue las reglas del género a toda regla, nos adentra nuevamente a personajes que a través de la astucia resuelven sus problemas (motivo constante de la obra de Dahl). Deslumbrante por su estilo visual y sus actuaciones de voz, son un homenaje a un autor que ha definido varias de las mejores películas infantiles de todos los tiempos.