La Vecina
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A mis cincuenta años decidí exiliarme de la ciudad y me fui a vivir en una propiedad que tenía en el campo, mi esposa recién había fallecido por cáncer y mi único hijo se encontraba viviendo fuera del país.
La casa vecina más cercana estaba a unos veinte metros y se encontraba desocupada, al parecer su propietario murió y sus hijos mantenían una querella por esta.
Un mes después escuché ruidos provenientes de allí y me di cuenta que unos jóvenes se encontraban en ella, asumí que eran familiares, pero no me interesó el detalle.
Me levantaba temprano, hacía café y me sentaba en una mecedora que perteneció a mi abuela, contemplaba el campo y me aventuré a sembrar algunas cosas, iba a la ciudad una vez a la semana a comprar alimentos, pero no mantenía comunicación con nadie.
Me había trasformado en lo que nunca pensé, un viejo esquivo y asocial.
Un día mientras tomaba mi bebida caliente una voz logró sacarme de mis pensamientos.
-Vecino.
Era dulce y melodiosa y al mirar hasta el lugar desde donde venía, la puerta externa de la casa pude ver una chica muy joven que requería mi atención.
Caminé hasta allá y tras los buenos días ella me dijo.
-Disculpe la molestia, vivo en frente y quería saber si tiene algo de sal que me preste, es que mi pareja no ha regresado y necesito cocinar.
Le calculé 19 años, era alta, pelo largo de color negro y rasgos que denotaban algún antepasado hindú.
Le abrí la puerta, le invité un café y conversamos un rato.
Para mi sorpresa su edad era de apenas 16 años, estaba finalizando la secundaria y estaba recién juntada, término que usó ella, con su actual pareja, un joven de 18 años.
Durante un año hablamos dos o tres veces, era una muchacha que desprendía vitalidad y confianza, me hizo recordar a mi difunta esposa a quien conocí casualmente cuando tenía esa edad, tal vez eso facilitó mi interacción con ella.
Le di algunos consejos de viejo, que no dejará de estudiar, que no se embarazara todavía y que tuviera paciencia en su relación, ya que el amor es frágil y así como aparece se marcha cuando no se mantiene viva la magia.
A lo lejos los veía felices, en ocasiones ella se colocaba una gorra y se iba con él en una bicicleta, supuse que era hasta la ciudad ya que me dijo que era huérfana y que había llegado allí desde otra ciudad.
De repente desaparecieron, la casa fue ocupada por otras personas y un día cuando compraba alimentos en la ciudad escuché decir que los hermanos se habían puesto de acuerdo y la vendieron.
Los nuevos vecinos, tal vez tan asociales como yo, nunca me visitaron y yo continué mi vida alimentando mi soledad leyendo y sembrando.
Veinte años después mientras mi hijo me visitaba, el corazón tal vez emocionado decidió rebelarse y sentí un fuerte dolor en el pecho y el estómago y me desmayé.
Desperté en una cama de hospital, con mangueras y aparatos revisando mis signos vitales y una enfermera que al abrir los ojos me preguntó.
- ¿Cómo se siente?
Balbucié que bien y ella salió unos minutos y regresó con una doctora cuya belleza me deslumbró.
-Soy la doctora que está a cargo de su caso, ha tenido un infarto, pero ya se ha recuperado, debe permanecer quieto mientras seguimos haciéndole los exámenes pertinentes.
Mientras hablaba me remontó unas décadas atrás y mirándola bien noté esos rasgos hindúes inconfundibles y le dije.
- ¿Vecina?
Ella dejó de hablar y me miró fijamente, mi fisionomía había cambiado, perdí kilos, mi piel se arrugó y de seguro mi semblante no era el mejor después de un ataque al corazón, sin embargo, me respondió.
- ¿Nos conocemos? Su cara me es familiar.
Le expliqué quién era y sorprendidos nos dimos cuenta que habíamos compartidos en el pasado.
Me dijo que la relación terminó en menos de un año y que siguiendo mi consejo se dedicó a estudiar manteniendo sus estudios haciendo varios trabajos.
Un mes después me visitó en la casa de campo para despedirse, había conseguido trabajo en otro país y se marchaba.
Mi hijo no logró romper mi obstinación de vivir en la casa de campo y contrató a una pareja para cuidarme, él hace las tareas del campo y ella las del hogar y yo me siento en la mecedora a recordar tiempos felices esperando reunirme con mi amada.
Además me hubiese gustado ver algunas ilustraciones extra, igual te quedó genial un saludo
Gracias. ¿Como me sumo a algún club? ¿Podrías explicarmelo?
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Me encanto su historia muy buena felicidades
Gracias por leerla.
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