En las fotografías que exhibo para este concurso, nos vemos reunidos, agrupados, juntos, inseparables, mis padres y mis hermanos. En cada foto se observa un lugar diferente. Nosotros no somos los mismos en ninguna de ellas. Contamos con diferentes edades, los espacios revelan esos diversos momentos.

En la primera foto que se observa a la izquierda nos encontramos en el pasillo del apartamento donde vivíamos en Caracas, en la urbanización Vista Alegre. El trío está compuesto, a la izquierda Guillermo Eduardo, en el centro Rosana Isabel (mi persona) y a la derecha Flor de María, @flordi. Mi traje de ángel fue solicitado en la escuela Matías Núñez para acompañar los actos de Primera Comunión de algunos de mis compañeros de clases. Corría el año 1962. Una alegría enorme para todos, comprar el atuendo, los accesorios, las alitas, otros. Mis hermanos al igual que yo felices, deslumbrados, por tan pequeño y grande acontecimiento.

En la segunda, en la parte superior, el mismo trío, la misma alegría, el gozo enorme de posar acompañados de mi padre amado, Guillermo Enrique Hernández Hernández. Aquí estamos más pequeños, mi padre es un poco más joven. Nos encontramos en un pequeño apartamento que tuvimos en los bloques de Catia. Recuerdo poco de ese lugar, pero estoy segura de estar ahí.

En la tercera, a la izquierda, nos encontramos vía Villa de Cura, veníamos de Caracas a visitar a los abuelos paternos y antes de llegar al pueblo se encontraba el parque Las Rosas. Papá siempre paraba allí para columpiarnos, jugar y posar para las fotografías. Papá amaba las fotos.

En el centro, y les confieso que no lo planifiqué, está mi madre como todas las madres el centro y núcleo de las familias. Nos vemos pegados a ella, Fernanda Josefa Pasquier de Hernández. Contemplamos la circulación del agua del mar. Estamos a las orillas, en las arenas soleadas de las playas de Los Caracas. Felices, seguros con mamá.

En la última foto, a la derecha, pequeñitos, listos para la fotografía estamos en el pueblo de Cuicas, estado Trujillo, de vacaciones. Comiéndonos el cielo y la vida a pedacitos.

La infancia, ese lugar mágico, esa eternidad en la que somos invencibles, ese paraíso que nos salva y al que volvemos durante toda nuestra vida una y otra vez.