El día que no queremos tener que vivir

Holis, por aquí de vuelta, muchísimas cosas buenas para todos!!! Hoy que quiero empezar a escribir, quisiera empezar con algo divertido y alegre pero bueno así como la escritura de hoy, así es la vida, un poco complicada y no siempre resulta lo que uno quisiera por más que lo desee.

Muchas veces en nuestras vidas el mundo se nos viene encima (una frase algo exagerada pero en el momento así nos sentimos) y un día o quizás una hora, minutos o segundos porque todo ocurre en un instante, todo parece paralizarse y esa bomba de tiempo llamada cuerpo explotaaa.

Explosión

Pues de esto se trata esta historia, soy de las que piensa que todo tiene solución y sobre todo que existe una gran fuerza que todo lo puede y al final todo tiene una solución, sin embargo, “EL DÍA QUE NO QUEREMOS TENER QUE VIVIR” llegó y mi humanidad me atrapó.

Hace unos días, pensando y pensando en unas deudas o compromisos que tenía, empecé a ver como la solución no llegaba, no quiero ni imaginar cómo se siente una persona donde sus compromisos y deudas son muchísimo mayores que las mías, sin embargo, ese día no podía dilucidar si mi problema era grande o pequeño, la cuestión es que era un día de esos donde el sólo pensar en el problema y no la solución, te agobia, y te molesta hasta lo más mínimo que ocurre alrededor.

Aun sabiendo que todo tiene una solución y que de no verla solo toca esperar, calmarte y reiniciarte para encontrar otro camino, decidí darle vueltas una y otra vez a lo mismo y no soltar, así que, ya en horas de la noche mientras preparaba la cena, empecé a quedarme sin aire, las lágrimas salían sin ningún control, por lo que abandone lo que hacía y corrí a mi habitación, no sé, si sentía el corazón acelerado o si no lo sentía, no lo sé, pero en mi desesperación, solo veía mi teléfono para buscar en mis contactos de whatsApp con quien hablar, hasta que lo conseguí. A pesar de que empecé a hablar con mi amiga quien es como una hermana mayor para mí, y la asusté porque en realidad mi llanto no permitía que me entendiera, en sus palabras de aliento no conseguía calmarme y ya el dolor en mi cabeza era insoportable.

Soy una persona de muchísima fe y no entendía como lo que tanto le predico a otros, en ese momento no lo había utilizado en mí y empecé a cuestionármelo aun en ese momento en el que sentía que mi cuerpo ya no daba más.

Recurrí a dos de las cosas más importantes en mi vida, mi fe y mi familia, poco a poco la calma empezó a llegar y aunque mi nariz estaba congestionada de tanto llorar (lo cual fue desapareciendo gracias al té que me preparo mi hermano), el dolor de cabeza también iba cediendo entre el abrazo de mi niña linda a quien también preocupé y las oraciones que mi mamá iba haciendo conmigo, poco a poco volvía a ser “YO”, jamás, jamás pero ni en mis peores momentos había pasado por algo así, muchos dicen que fue un ataque de ansiedad o pánico, pues no sé, pero yo digo que fue mi falta de confianza en que Dios hace todo y que nunca lo debo dudar.

Les cuento que al día siguiente de donde menos lo esperaba alguien me hizo un pago que ni recordaba y pude solucionar gran parte de lo que el día anterior me había mortificado tanto, para mí Dios, para otros casualidad para otros más algo loco del destino, yo se los dejo a su criterio, el cual respeto ante todo.

De esta historia lo que más quisiera que entendieran es que encerrarnos en nosotros mismos “NO SIRVE” la solución que muchas veces no encontramos en nosotros debemos salir a buscarla y en lugares donde de verdad la solución resulte lo mejor y saqué lo mejor de nosotros (en mi caso Dios, mi familia, mis amigos) porque si buscamos la solución en donde todo pueda volverse peor, nada estamos haciendo.