En esta primera actividad solo tuve que recordar la cara que ponía mi abuela cuando tenía algún pesar, por algo que no se le había dado , como el hecho de no encontrar algún ingrediente para sus helados y tener que cambiar lo que tenía planificado. Aquí va

Fíjate que es bien buena esta pregunta porque si me la hubieras hecho hace algún tiempo atrás te hubiera respondido con un rotundo "SI". Afortunadamente los años vienen con una buena carga de enseñanza, experiencias y por supuesto aprendizaje que, en la medida que vivimos, nos ayudan en nuestro crecimiento personal. No es fácil no enojarse cuando alguien nos hace de menos, nos da una mala respuesta o nos falta el respeto o cuando planificas algo y no se te da; sin embargo, cuando vemos que nos enoja la actitud del otro o su mala respuesta y nos damos cuenta de que en nosotros está darle el poder que nos afecte o no, ese enojo desaparece como arte de magia. No podemos hacernos daño, sometiéndonos al estrés que produce el enojo, por la mala acción de otro. Es algo tan simple como Obviarlo y pasar a otra página.

En casa, desde niña me inculcaron el respeto por el otro, me enseñaron a decir las cosas y diera mi punto de vista sin menospreciar la forma de pensar del otro y así he tratado de manejarme siempre. El respeto por el adulto, por el compañero de clase, de trabajo, por la forma de pensar del otro siempre ha privado dentro de mis relaciones personales. Cuando comienzo la universidad y luego al comenzar a trabajar me di cuenta que la falta de respeto se encuentra a todo nivel y donde te encuentres y esto es algo que realmente me "saca de mis casillas.

En la escuela hay niños muy respetuosos y bien educados pero también hay otros que son criados de una forma muy descuidada, es decir, no tienen la educación de sus padres sino que al tener que trabajar, sus padres los dejan con las abuelas o tíos y terminan en la calle todo el tiempo que no están en la escuela. En una ocasión, una tía fue a retirar a uno de estos niños y cuando la vio llegar el niño corrió y se montó en una mata de poncigués que está en el patio. Según me contaron los niños, antes que yo llegara la tía lo llamo, le gritó y y el niñito no le hizo caso. Los niños me fueron a buscar al salón y al verme entrar al patio el niño se bajo rápidamente y me dijo que no se quería ir con ella y le dio una cachetada. La muchacha lo agarró por los brazos y él se le volvió a soltar y los dos estaban esperando que yo hiciera algo. Yo, sentía en esos momentos como que me halaban de las patillas y tomé al niño de la mano y lo llevé al salón y después de hablar con él, le dejé que él hablara y lo que me dijo fue que ella le pegaba todo el tiempo y que no importaba si se portaba bien o mal, siempre lo hacía cuando no estaba su mamá. Me di cuenta entonces que no todo el tiempo el muchacho era el culpable, que esta había sido una respuesta ante el maltrato y que es necesario escuchar para luego actuar.

El maestro tiempo me ha enseñado que si hay una emoción que a pesar de sentirse mal no es del todo mala, pero a la vez es una emoción con la que debemos ser cuidadosos y no dejar que se desborde, esa es " El Enojo". Inversamente a lo que algunos creen, el enojo no te hace ser una mala persona sino que viene a funcionar como una especie de alarma interna que te avisa que las cosas no están funcionando como deben o que por otro lado alguien ha sobrepasado tus límites de comprensión (o aguante). Necesitamos entonces saber que **esa situación, esa persona, ese tema** nos incomoda y nos hace sentir mal, que debemos retirarnos de ese lugar o de esa persona, poner sobre aviso a los demás para evitar que esa situación, en la medida de lo posible, se repita y aprender a ser pacientes porque, por muy feo que se vea el panorama, se irá aclarando. Necesitamos entendernos a nosotros mismos para poder encontrar el camino correcto a transitar, dentro de esa emoción.