Concurso Relatos cortos de terror: "El exorcismo de la herida"

Cuando entró a su habitación sintió de inmediato la brisa helada y un olor desconocido se le incrustó en el alma para decirle que algo extraño había en el ambiente. Un miedo repentino invadió su proverbial serenidad y la terrible sensación de estar atrapado en su propio dormitorio lo dejó desorientado momentáneamente entre el breve espacio de la cama y la puerta.

Sin saber todavía cuál era la razón de aquella desquiciante incertidumbre, un grito desgarrador brotó de su garganta porque la cruz de palma bendita que se encontraba colgada en la pared comenzó a arder hasta quedar convertida en cenizas, mientras que escuchaba a sus espaldas la risa escalofriante, acompañada de un aliento fétido que le quemaba la piel y se expandía por todo el recinto.

Cuando volteó se encontró de frente con la horripilante figura de un demonio que lo observaba amenazante. En su boca se dibujaba una sonrisa macabra, los ojos brillaban, despidiendo fuego, y de su cuerpo peludo emanaba un vapor pestilente. Sus largos dedos, provistos de uñas enormes, rodearon su cuello dispuestos a dejarlo sin vida; al mismo tiempo, sentía en su pecho el fuego del crucifijo que pendía de la cadena, derritiéndose sobre la piel.

A pesar del miedo y del dolor, luchó por su vida. Intentó zafarse de las garras mortales, lanzó golpes y patadas, pero aquello solo parecía complacer a la bestia; de repente, los botones de su camisa saltaron y el pecho quedó al descubierto mostrando la herida descarnada que había dejado el crucifijo incandescente que se fundió sobre su piel. Era una humeante llaga en forma de cruz que solo sangraba en donde debían estar las manos, los pies y el costado del crucificado. Cuando el espeluznante demonio miró aquello, emitió un alarido escalofriante y desapareció.

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