En los últimos tiempos, más específicamente desde que surgieron las redes sociales, se ha creado la idea de que a causa de ellas las personas han dejado de lado las buenas costumbres que en tiempos pasados permitían crear lazos interpersonales con los que te rodeaban, que ya no se vive el momento, o “el ahora”, por estar inertes observando una pantalla, conectados a las redes sociales.

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Hasta cierto punto apoyo esa idea, ciertamente las apariciones de estas nuevas herramientas han cambiado drásticamente nuestra manera de pensar, e inevitablemente, también nuestras acciones y comportamientos, pero discrepo de que las buenas costumbres se hayan perdido por consecuencia de su existencia, puesto que la evolución humana siempre ha traído consigo innumerables innovaciones, y con ellas distintas reacciones y opiniones que no fueron positivas en primera instancia.

Imagínense el asombro de las personas cuando el uso de la electricidad comenzó a esparcirse por doquier, fueron muchos los hogares que se negaron a darle uso, aclamando que sería un riesgo para sus vidas, creyendo que sus casas explotarían súbitamente, o incluso también, darles un carácter religioso a las primeras imágenes digitales cuando fueron vistas a través de un televisor, pensando que se trataba de magia pura y que el fin del mundo se acercaba. Esto sucede simplemente porque el miedo es el primer instinto humano cuando nos topamos con algo desconocido, volviéndose aún más tajante cuando tenemos dificultades para entender su origen, siendo para algunos casi imposible no emitir una opinión de desprecio.

De la misma manera ocurre en la actualidad, pero a escalas más bajas; se acusa al uso de las redes sociales de una infinidad de males, entre ellas, la absorción de nuestra atención y tiempo, pero irónicamente, sin la existencia de las redes de igual manera eso seguiría sucediendo.

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Muchas veces también ocurre en un intento por encontrar un culpable a los problemas sociales de la juventud, cuando realmente se trata de la incapacidad de algunas personas de poder darles una buena educación y disciplina a los jóvenes dentro de sus propios hogares. Los jóvenes muy difícilmente podrán aprender por si solos de buenos valores y responsabilidades; las personalidades de cada ser humano se forman con el ejemplo que adquieren en su crecimiento, proveniente de los adultos que les rodean, y si estos carecen de buenas costumbres y valores entonces sería absurdo esperar de los jóvenes algo similar.

La problemática que existe en la actualidad de preferir observar las redes sociales en el teléfono que hablar con la persona que se tiene en frente, cuando nos encontramos a la mesa con la familia o cuando se está en una reunión entre amigos, no es más que falta de educación y respeto hacia el prójimo, quien puede sentirse ignorado, invisible y sin importancia alguna en aquel momento.

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Este tipo de situaciones puede encontrarse en cualquier edad y no es para nada exclusivo de las redes sociales, encontrándose desde mucho antes de la existencia del internet, como con la televisión o los videojuegos, e incluso se puede hallar en situaciones fuera del mundo digital, como las apuestas o el alcoholismo, que tal vez pudieran parecer extremas en comparación con lo antes ya mencionado, pero que sin embargo generan repercusiones similares en las personas de nuestro alrededor.

Así que en definitiva, y como opinión personal, creo profundamente que ese fenómeno de “absorción por las redes sociales” que padece la generación actual, no es más que la evolución de una misma problemática que se ha visto desde hace mucho tiempo atrás; que es la deficiencia de atención a lo que realmente tiene mayor importancia en nuestras vidas, y como consecuente, la pérdida de tiempo, retrasando nuestras responsabilidades, y la perdida de esos valiosos momentos que perfectamente pudieron convertirse en tiempo de calidad junto a los que más amamos.

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Cuando reconocemos la verdadera causa de esta problemática y somos conscientes de que estamos siendo afectados por ella, podremos dar el primer paso para mejorar nuestros lazos fraternales, así como nuestro rendimiento con las responsabilidades; debemos ponerle límites a lo que no nos aporta nada valioso para nuestro crecimiento personal, y empezar a darles el respeto que se merecen las personas que nos acompañan día tras día; porque lo que realmente tiene valor en esta vida no lo encontraremos tras una pantalla.

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Muchas gracias por leerme.

¡Hasta prontito!