De aguas cristalinas y con un velo blanco las olas llegaban a la orilla. Una y otra vez dejando intervalos de tiempo que eran aprovechados por las tres infantas que disfrutaban gratamente del lugar.

Entre risas y saltos perseguían a las aguas que retornaban a su inmensidad. Eran un juego entre ambos bandos que disfrutaban ver desde el aire las gaviotas que buscaban su comida un poco más allá, el sol que calentaba sin cesar y la brisa que refrescaba el lugar.

Cerca del trio, se encontraba aquel hombre de aspecto abrojos cuyo cuerpo solo estaba cubierto con un desgastado pantalón de jean convertido en short, y con una gran barba y cabellera desaliñada.

El hombre había hecho un hueco en la arena y del mismo sacaba la arena mojada que usaba para construir un castillo. Pausado pero constante, aquel ser edificaba su sueño con una concentración que era solo interrumpida brevemente por las risas de las niñas.

Una de ellas interrumpió el juego de las otras y con emoción les mostro la edificación de fantasía que construía aquel solitario ser. El trio abandono la actividad y poco a poco se fueron acercando.

Estando allí sacaron de concentración al constructor, – ¡Qué bonito castillo es el que construye! – exclamo una de las infantas. El hombre dejo la labor y con una leve sonrisa y el rostro lleno de orgullo pregunto, – ¿Te parece? –

El trio respondió unísonamente con un gran y extendido – ¡Si! –. El hombre se sintió complacido con la respuesta, sin embargo, no pudo obviar la gran picardía que brillaba en los ojos de las niñas.

Luego de un leve suspiro y sin mediar palabra, por medio de un gesto de su rostro y cuerpo, pregunto que era lo que estaban pensando. Un sonrojo ilumino el rostro de las niñas y dos de ellas instaron a la tercera que dijera lo que habían planeado.

– ¿Nos dejaría ayudarlo a terminar de construir su castillo? – pregunto la vocera. La interrogante preocupo un poco al hombre. Ser lo que todos dicen que es no es algo que algún padre quiera que su hija tenga como amistad.

Aquel ser medito por unos instantes y luego de transcurrir un leve tiempo pregunto, – ¿Y sus padres dónde están? – la trinidad infantil señalo casi de manera simultánea hacia donde se encontraba una bella dama sentada bajo de una sombrilla que la protegía de los rayos del sol.

Esta observaba con determinación todo lo que hacia sus niñas y no mostraba ningún tipo de preocupación por el acercamiento hacia aquel ser que no portaba una imagen dentro de los que se considera normal.

El hombre nervioso al ver que la mujer lo observaba, tímidamente levanto su mano e hizo un gesto leve de saludo que fue correspondido inmediatamente por su interlocutora gestual.

Al terminar el saludo, el hombre con algo de intriga pregunto, – ¿Y su madre no le preocupa que ustedes hablen con alguien como yo? –. Las niñas dejaron salir una leve sonrisa y con un buen ánimo respondieron, – Ella siempre nos ha dicho que las personas como usted nos aprecian más que el resto. –

– ¡En serio! – exclamo sorprendido aquel ser mientras las niñas asentían muy alegre. El hombre quedo pensativo. Muy pocas veces, por no decir nunca, había sido aceptado tan fácilmente por un desconocido.

Estaba pensativo. Unas invasiones de buenas sensaciones abordaban su espíritu. Sintió alivio, sintió vida, sintió que ser como es tiene, en algún momento, su recompensa.

Todo lo que sentía no tuvo que comprarlo, no tuvo que pagarlo, simplemente llego y él lo aceptaría con muy buena disposición. Salió de su trance y con brevedad le pregunto a las niñas – ¿Cuál es el nombre de su madre? –.

A lo que una de las niñas respondió dirigiendo la mirada hacia la mujer, – ¡Amor!, nuestra madre se llama amor –. El hombre volvió a entrar en un estado pensativo, esta vez observando a la bella mujer.

Su mirada cambio de dirección dirigiéndose hacia la trinidad y con gran amabilidad pregunto, – ¿Y el nombre de ustedes? –. De manera casi instantánea una de las niñas se apresuró a responder.

Señalando a una de sus compañeras, – Ella se llama Felicidad – La pequeña hizo un gesto de saludo inclinando su cabeza hacia adelante separando sus brazos del cuerpo mientras colocaba su pierna derecha detrás de la izquierda y doblaba simultánea y levemente sus rodillas

Seguidamente señalo a la segunda niña – Ella es Pasión – de manera casi inmediata y mostrando una gran picardía, la segunda niña imito el movimiento de la primera.

Y para finalizar, la tercera se presentó, – Y yo me llamo Vitalidad –. Y con esto culmino las presentaciones realizando el mismo gesto de saludo de sus hermanas, pero con algo más de solemnidad.

– ¡Un placer conocerlas niñas! – contesto hombre amablemente para luego proseguir, – Mi nombre es… – y fue interrumpido por Felicidad quien sin darle oportunidad de mencionar su nombre solo comento, – Sabemos quién eres, ser como eres simplemente te hace destacar sobre el resto. –.

La alegría creció en el interior de aquel ser solitario y con gran regocijo y humildad invito a la trinidad a que lo acompañara en la construcción de su castillo de fantasía. Y así el cuarteto siguió disfrutando del lugar, de aquel entorno natural que los rodeaba y le ofrecía su belleza.