Una imagen, una historia

  Una imagen puede ser la representación de millones de historias y, cada uno de esos relatos siempre van a tener un factor común, siendo este la conexión emocional que percibimos. Particularmente, este arte me encanta. Por ello, no dudo en decir presente en esta dinámica que comparte nuestra amiga @franyeligonzalez . Sin más preámbulo, comienzo con mi participación.

  El ciclo de bachillerato ha concluido para los alumnos del colegio Don Mariano y, aunque esto es un momento de festín para ellos, diez alumnos de la prestigiosa institución sienten que fueron preparados para muchas cosas productivas a nivel académico y social, pero no para iniciar un ciclo donde compartir el mismo sueño, ya no era una opción.

¿Por qué nunca explicaron que dejar la adolescencia iba a doler tanto?

  Preguntó uno de los diez alumnos. No obstante, la respuesta a esa interrogante fue un silencio estruendoso que les dolió más que el venidero adiós entre ellos. Sorprendentemente, eran pocas las personas que comprendían la melancolía de los adolescentes y, esto de alguna manera u otra, los desalentaba más, porque se sentían incomprendidos.

  Dos días antes del acto de grado, asistieron al colegio para recibir las últimas instrucciones relacionadas con el evento protocolar de la graduación. Una profesora había escuchado lo que sucedía con dichos jóvenes y, al verlos llegar, los invita a conversar en uno de los salones.

Jóvenes, comprendo muy bien lo que están sintiendo. Hace 19 años pasé por lo mismo que ustedes

  Aseguró la profesora con un tono de voz alegre y muy resiliente. Sin embargo, los adolescentes continuaban tristes, porque para ellos era doloroso separarse de las personas con quienes habían estudiado desde el ciclo del preescolar y, más que compañeros de clases o amigos, eran hermanos de vida.

  La profesora les explica que los ciclos de la vida se viven en medio de una metamorfosis que nos genera dolor y, estos no los podemos evitar, ya que son necesarios para crecer. De igual manera, los invitó a reflexionar en que si cada uno seleccionó una carrera y ciudad diferente para estudiar, es porque les llegó el momento de crecer individualmente.

  Ante esas palabras, los diez futuros bachilleres comenzaron a reflexionar y, a medida que la profesora les hacía comprender el trasfondo de ese cambio, el ánimo fue mejorando al igual que, no veían que el cierre del ciclo académico que estaban teniendo era sinónimo de que la hermandad que nació entre ellos también llegaría a su final.

Vayan a la playa antes de irse a sus nuevos destinos; despídanse en ese mágico lugar bajo la promesa de que ni siquiera la distancia va a quebrantar el vínculo sentimental que hay entre ustedes

  Fue la petición que les hizo la profesora y, ellos aceptaron ir a la playa del pueblo un día antes de que cada uno emprendiera el viaje a la ciudad donde estudiarían la carrera universitaria que seleccionaron.

Hoy la playa es testigo de nuestra partida; ella sabe lo que hay en nuestro interior y, aunque ya no nos veamos todos los días, cada vez que queramos sentirnos cerca, visitemos una playa para que ella desde su magia natural nos conecte con su fuerza

  Expresó uno de los jóvenes mientras todos miraban la inmensidad del mar que estaba frente a ellos. En ese mágico lugar se contaron varias anécdotas, lloraron de la risa y, al momento de despedirse, el rostro de cada uno destilaba un brillo resplandeciente como el sol que había esa tarde.

  Pasaron los años y, esos diez jóvenes bachilleres no lograron reencontrarse, porque las ocupaciones universitarias, laborales y luego familiares, no se los permitía. Sin embargo, seguían siendo los mejores amigos gracias a la tecnología y, aunque no tomaron una fotografía de aquella última vez que compartieron juntos, el joven, que se dedicó a la pintura, hizo un retrato de ese momento, el cual tituló La gran diáspora.

¡Muchas gracias por leer mi publicación!