Saludos a esta gran comunidad, principalmente a @adeljose por su arduo trabajo organizando concursos tan interesantes como este.

     Érase una vez una niña llamada Lisbeth, ella nació en Caracas pero cuando hubo el golpe de estado en la capital sus padres decidieron mandarla a Trujillo. Lisbeth con tan solo cinco años no sabía lo que le esperaba, era una niña inocente pero su corazón anhelaba estar junto a sus padres.

     En Trujillo, ubicado a diez horas o más de la capital Lisbeth aprendió a moler maíz, ordeñar, cargar leña en la cabeza y su abuelita que era la persona a la cual le habían encomendado que la cuidara siempre la animaba con una sonrisa y con fuertes pero certezas palabras, le decía que no se diera por vencida que los que desmayaban eran perdedores.

     Fue transcurriendo el tiempo y la niña aprendió todo lo que se hace en el campo, trepaba los árboles, jugaba con tierra y no le gustaba bañarse, tradicionalmente como en todos los pueblos iba a la iglesia los domingos, en su mente siempre tenía presente a sus padres, de los cuales solo recibía una llamada al mes la cual esperaba con ansias, se acostaba en las noches en el piso, miraba las estrellas y se preguntaba cuándo sería el día que volvería a ver a sus padres.

      Transcurrió el tiempo y Lisbeth cumplió sus quince primaveras, ella estaba muy triste porque ya tenía tres años que no sabía de sus progenitores, en ese momento abrieron la puerta de aquella casita de barro y llegó su padre con una torta y con su olor a ciudad, ella llorando no lo podía creer, ver aquel rostro que tanto deseaba, enseguida se pudo de espalda y varias lágrimas corrían en su rostro de alegría porque era lo que le pedía a Dios cada noche observando las estrellas antes de ir a dormir.

     Desde ese momento su papá se la trajo a Caracas, luego formó una gran familia con sus esposo Luis y dos hijas hermosas, siendo una mujer con muchos valores, principios y dedicada siempre al trabajo y a sus seres queridos.