Aquel día, había una brisa serena, muy serena, de esas que generan tranquilidad y te traen bonitos recuerdos, el cielo estaba un poco rojizo como aquel día que estuve con mi amada y le expresé que ella era tan profunda de entender como la profundidad del mar, a veces estaba tranquila, otras veces estaba más fuerte como un oleaje de esos que son indomables, aquella tarde estuvimos juntos, abrazados en la arena, simplemente contemplando las maravillas que nos regala Dios.

     Mis ojos se llenan de nostalgia y corren mis lágrimas, parecen infinitas como el mar al recordar a mi amada que ya nos está conmigo, decidió emprender otro camino fuera de las fronteras, pero sigue estando en mi corazón y una de las vías para volver a estar con ella es zarpando por el mar hasta encontrarla, para decirle cuanto la amo, así como amo la naturaleza y su radiante esplendor.

     Tal vez ella este tan cerca y a su vez tan lejos como lo están las nubes, o quizá esté en una montaña esperando por mí, pero mi corazón se llena de nostalgia al recordarla, anhela tanto esa parte que le falta y no es otra que ella, si, ella es la de aquellos labios tan dulces y salados a la vez, dulces como el agua que cae del cielo, y salados como el agua del mar, pero sus besos son mágicos, muy mágicos, pareciera que no se pueden probar porque son un vicio, un vicio que me atrapa y que me tiene loco, es por eso que extraño tanto aquella mujer que me enseñó a ser un hombre más completo.