Fui un guerrero de mil batallas
En un tiempo lejano, fui un guerrero resplandeciente, un ser lleno de luz que iluminaba cada rincón de la batalla. Mis días estaban llenos de energía ilimitada; nunca dormía, siempre luchando, desafiando las sombras con cada paso. Cada enemigo que se cruzaba en mi camino caía ante mi velocidad y determinación. Era imparable, un símbolo de fuerza y valentía, una fuerza de la naturaleza que inspiraba a otros.
A medida que pasaban los años, sin embargo, la luz comenzó a desvanecerse. Lo que una vez fue pasión ardiente se convirtió en una lucha interna, una batalla que no podía ganar. Comencé a perderme en el ruido de mis pensamientos, en las expectativas que pesaban sobre mí. La chispa que antes me encendía se extinguió lentamente, y cada intento de reavivarla se convertía en un recordatorio doloroso de lo que había sido.
Me encontré atrapado en un ciclo de autodesprecio. Miraba a mi alrededor y veía a otros guerreros, jóvenes y llenos de vida, y me sentía obsoleto, como un objeto descartable en un mundo que no mostraba piedad. La confianza en mí mismo se evaporó, y me pregunté si alguna vez volvería a ser ese héroe. El reflejo en el espejo ya no era el de un guerrero, sino el de un hombre perdido, un eco de lo que solía ser.
El tiempo es implacable; lo maravilloso que somos puede desvanecerse ante la rutina y la fatiga. En la búsqueda de un propósito, me di cuenta de que el verdadero desafío no estaba en vencer a los demás, sino en enfrentarme a mí mismo. Debía aprender a confiar en mi esencia, a aceptar que el brillo puede resplandecer en diferentes formas.
Hoy, mientras delvo en mis recuerdos, reconozco que la luz no se ha extinguido por completo. Está allí, esperando ser redescubierta. No se trata de volver a ser el guerrero invencible, sino de encontrar nuevas formas de brillar, de encontrar la belleza en la vulnerabilidad. La vida es un ciclo, y aunque sienta que me he perdido, sé que cada experiencia, cada lucha, me ha llevado a este momento.
Quizás, al final, lo maravilloso no es solo lo que hemos sido, sino lo que podemos llegar a ser nuevamente. La luz puede volver a encenderse, no solo en la victoria, sino en la aceptación de nuestro viaje y en la fuerza de seguir adelante, incluso cuando el camino se vuelve oscuro.
