La noche trémula y obscena envuelve todo a su paso, la ciudad se apaga, cesan las luces de las calles y los parques, el frío desciende apagando las pocas estelas de luz o llamas que encuentra, el silencio se hace presente...

Aves nocturnas vuelan vigilantes, acechando cualquier movimiento que emita animal o persona, sin importar tamaño o distancia, se lanzan como flechas ante la presencia de inocentes que buscan refugio debajo de las piedras, entre árboles, en algún remendado techo, rasgando con sus atroces y afiladas garras las ropas, la piel, las carnes de lo que puedan atrapar.

Se escuchan gritos pidiendo ayuda, un desaventurado peatón no ha podido esconderse ante al noche desalmada, lo atacan las rapiñas aves de la noche, sujetando sus extremidades con tal fuerza que rompen huesos y desmiembran sin piedad, sin clemencia, apoderándose de lo que puedan llevar de aquel desdichado ser que yace sin vida.

Incrementando la gruesa maldad desatada en esta noche de tormentosa oscuridad, aparecen enormes y jadeantes hienas, para servirse de los restos, de los residuos dejados por las rapiñas aves, y no dejar huellas de lo acontecido, de lo asesinado, lamiendo hasta la última gota de sangre caída en el suelo.

Aún escondido, bajo costales de granos, en la bodega expuesta al implacable clima, espero pasar las horas, anhelando el nuevo amanecer, llamando casi a gritos al sol para que acabe esta noche demoníaca y ponga fin al dolor y sufrimiento de la gente en esta ciudad sumida en la tragedia. Mis piernas son mordidas por una de las cruentas fieras, intenta sacarme de mi escondite halando de mí, con sus garras busca romper el muro de sacos que nos separa, uno a uno, uno tras otro, los va separando, cada vez estoy más expuesto!

Aterrado y con los ojos desorbitados entre el dolor y el miedo, trato de gritar pidiendo ayuda, siento un fuego en la sangre que me quema, que me devora por dentro, escucho voces... muy cerca de mí... trato de advertirles, pero no puedo gritar, un nudo se apodera de mi garganta enmudeciendo mis palabras, mis gritos... vuelvo a escuchar las voces... esta vez entiendo parte de lo que dicen... ¡Es la fiebre!, lo hace delirar!, de pronto veo una luz que se acerca, una apacible voz que me llega y una suave mano se posa sobre mi hombro, me llaman... Francisco, despierta, toma la medicina, la fiebre te hace delirar, pero pronto estarás bien, vuelve a dormir...todo va a pasar, fue solo un mal sueño.