Historia a partir de la imagen digital de @xpilar / Competición 115

Un atardecer en la bahía me trajo el mejor de los hallazgos: la tranquilidad y la posibilidad de repetirlo. Hacía mucho tiempo que no iba por esos lados: la vida en la ciudad me tenía atrapada y las tantas obligaciones alargaba cada vez más la posibilidad de un descanso.

Cómo todo lo que acumulamos: emociones, pensamientos y creencias se vuelven una pesada carga, un día me vi como una candidata a cargar un collarín por los problemas de espalda; me dije que era el momento de hacerle caso al cuerpo y sin decirle a nadie, agarré un pequeño bolso y metí ropa casual y liviana y tomé un autobús a la costa.

La tarde que llegué, el cielo tenía un inusitado color ocre pálido, fue lo primero que me llamó la atención. Los lugareños estaban inmersos en su tarea cotidiana que tenía que ver con la pesca. Me entretuve viendo como trabajaban en conjunto llenando cestas de productos del mar que otros cargaban hasta los lugares acordados.

Era más de las seis de la tarde y el cielo seguía ofreciendo esa tonalidad con matices anaranjados y amarillos, testigos del sol que se negaba a ocultarse. La sola contemplación de cómo se confundía con el agua me trajo la paz que anhelaba y mi cuello tanto tiempo tenso comenzó a relajarse.

Llegué al restaurante y pedí una rueda de mero frito con ensalada, a nadie parecía sorprenderle la presencia de una mujer sola en ese sitio, cada uno estaba concentrado en sus tareas, eso me pareció bueno. Unas gaviotas volaban sobre el lugar, iban y venían, sus graznidos se imponían a la fuerza, pero pronto se fueron para darle chance al suave oleaje que mecía las embarcaciones con un rumor repetitivo y necesario.

Cuando fui a pagar la cuenta me preguntó el dueño si era turista, ya que el día siguiente habría una visita guiada hacía una ensenada, donde una antigua embarcación de vela, se erigía como protagonista de la historia del lugar. Me interesé en el acto.

A la mañana siguiente salimos en grupo camino al lugar; unos niños hacían de guía y recitaban de memoria las hazañas de sus antepasados, donde al parecer los nativos del lugar se habían enfrentado a piratas que no sobrevivieron y quedó la embarcación como testigo de los hechos.

Al llegar me maravilló el majestuoso paisaje marino donde la presencia de la embarcación destacaba como en una postal, no soy buena con la fotografía, pero pude dejar registro de ello. Ahora cuando cansada de trabajar siento que necesito un momento de relax, observo la imagen que adorna el escritorio y anticipo otra posible huída.