Creo que debo empezar diciendo que me gusta mucho leer y ver televisión guiada únicamente por mi intuición y los gustos y/o manías del momento. Del material audiovisual y literario que consumo saco ideas para hacer historias narradas y poesía de versos libres.

Durante mi infancia me guardé un montón de cosas para mí sola porque era difícil conseguir congeniar con los demás y no tenía forma de compartir mis ideas e impresiones con ellos. Años después, cuando empecé a escribir, pude notar que muchas de las cosas que pensaba también estaban en las mentes de los demás tanto compartiendo mi punto de vista como apostados desde el vértice contrario.

Esto me hizo sentirme libre de escribir de la forma en la que lo he hecho desde que empecé en esta red social en la navidad de 2017.

Puse muchos de mis pensamientos y emociones en cada posteo y mi madre, que una vez conversó con mi abuela sobre lo que yo hacía y la oí decir:

—Para ella, esto es como terapia.

Ella no estaba equivocada con esta afirmación. Steemit me ha servido para entender mejor las cosas que tengo en la cabeza, descubrir que algunos temas son repetitivos, caer en cuenta de los temas que suelo evitar y también, me ha puesto en la tarea de practicar mi narrativa con mayor ahínco.

Los concursos y sus requisitos me ponen a prueba y me ayudan a conocer temas nuevos que no habría conocido por mi cuenta. Yo no puedo estar revisando a fondo todo lo que hay disponible para compartir.

En los libros que leo -y por ende, los cuentos que produzco- se humanizan los objetos que forman parte del entorno de los personajes, crean sinestesia con las percepciones de los actantes y juegan con las mezclas de varias cosas que, en teoría, no tienen ninguna relación.

Siempre que quiero agregar algo que nunca he usado, procuro informarme antes de poner en limpio alguna burrada de la que después me vaya a arrepentir.