Sobreviviendo a los parques infantiles

Debo reconocerlo, en los años 80 los adultos no eran tan exageradamente vigilantes con los niños como lo son ahora, nada más considerando la "calidad" de parques a los que nos llevaban y la indiferencia que les causaban las estructuras y aparatos en las que nos montábamos para jugar.

Hace 40 años la frase "apto para niños" significaba: "cualquier cosa sirve para jugar así esté oxidada, sucia o rota" y hacia esas chatarreras poco seguras era que nos dirigían nuestros padres para nosotros darle rienda suelta a la imaginación mientras ellos simulaban estar pendientes de lo que hacíamos. Si a un padre moderno lo ven columpiando a sus hijos en las tablas con clavos oxidados donde me mecían mi mínimo le quitan los hijos y pasan sus días viendo la vida tras cuatro barrotes.

Castillo fuente Pinterest

Bueno, ¿por dónde empezar? Recuerdo que en el parque los varones nos reuníamos en una cosa al que le llaban "el castillo", una estructura rectangular hecha de infinidad de tubos en donde los chicos escalan hasta llegar a la cima, otro entramado cúbico de tubos pero más pequeño, donde se suele planificar los ataques contra las niñas. Al parecer, los adultos que crearon esas trampas metálicas ¿como que jamás les pasó por la mente la posibilidad que algún chico caiga?, aunque la verdad nunca vi que sucediera algo así, ¿será que los niños de entonces éramos muy cuidadosos o teníamos muy buena suerte?

La escalera fuente yofuiaegb.com

Las chicas no se quedaban atrás, también tenían su "bunker" feminista el cual era una especie de escalera en forma de transportador que dejaban ver las pantis en la medida que iban de un lado a otro, y si a mitad de camino les fallaban las fuerzas abajo les esperaba un colchón de piedritas y un que otro fragmento de la botella de anís que algún grupo de borrachines dejaron allí la noche anterior, el cual curiosamente siempre terminaba incrustado en una rodilla desprevenida.

Tobogán. Fuente yofuiaegb.com

Ahora quiero que hagan uso de la memoria y respondan la siguiente pregunta: ¿recuerdan haber usado algún tobogán que no haya estado oxidado? En esa época encontrar un parque con un tobogán en buenas condiciones era lo mismo que hallar El Dorado, no sólo por las capas de oxido y corroción sino también por el vaivén de estas estructuras que amenazaban con la caída del gigante con cada niño subiendo por su escalera. Demás está decir que al final de la resbaladilla uno de cada dos niños terminaba con alguna prenda rajada producto del irregular trayecto del gigante plateado. Como colofón todos los toboganes siempre tenían un pozo de barro y piedritas destinado a amortiguar la caída de algunas que otras nalgas que tomaron un fuerte impulso y un mal aterrizaje.

Columpios fuente yofuiaegb.com

Ahora los columpios, es un hecho: de cuatro siempre quedaba uno o dos más o menos usables. En primer lugar si tenías la suerte de encontrar alguno libre primero tenías que desmarañar las cadenas o desenrrollarlos del tubo superior, nunca supe qué extraño sortilegio provocaba este comportamiento. Mención especial para los columpios de neumáticos, no sólo por el hecho de siempre tener un contenido de barro en su interior sino también por el alambrito suelto que siempre pinchaba una de las posaderas.

Por último esa máquina de vómitos que llamamos rueda, un círculo o exágono de madera franqueado por tubos diseñado para hacer que los chiquillos expulsen el contenido estomacal con cada giro. Asimismo los tubos ser este aparato infernal están colocados estratégicamente para hacer que los más descuidados expulsen de un plumazo los dientes de leche o de hueso, definitivamente esa rueda la inventó el diablo.

En definitiva estos parques si bien eran una verdadera guillotina por alguna razón desconocida nos gustaban una barbaridad, ellos no hicieron vivir una infancia entre golpes, curitas y mucha felicidad.

Carlos D. Pérez Guerrero / @waraira777