Primera cita

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Es curioso como un plan que maquinaste por tanto tiempo el cual dentro de tu cabeza parecía perfecto, en cuestión de segundos se convierte en un verdadero desastre (para no decir tragedia). Es que cuando se es adolescente las hormonas no te dan tregua en su afán de gustarle al sexo opuesto (o al propio para ser más inclusivo), por lo que 99% de tus pensamientos y acciones giran en torno a las mil y una formas de convencer a las chicas (o chicos) de que tu eres la mejor opción para el divino arte del amor.

Cuando tenía quince años la presión por tener novia era muy grande, en parte porque mis amigos ya tenían su media naranja y por la "fucking" eterna pregunta que te hacen tus familiares : ¿ya tienes novia?, misma que cuando respondes negativamente en seguida te dicen: yo a tu edad tenía al menos cinco y luego te salta la abuela desde la cocina contando cómo se "levantó" al viejo de la carnicería, ¡Coño!, hasta la abuela liga mejor (y más) que yo.

Para mi no era tarea fácil, viviendo de la limitada mesada de mis padres y estudiando en un liceo técnico (por cada chica habían al menos 10 hombres) mis oportunidades de alcanzar el objetivo se hacían cuesta arriba. Pero vaya que es misterioso el destino cuando aquel 5 de mayo de 1994 se me acercó Johana solicitando mi ayuda para solucionar un problema de matemáticas.

Wao, Johana era como ganarse el premio mayor de la lotería, la más bella del liceo, yo la veía como el famoso cuadro de Boticelli donde la Diosa Venus sale de una almeja entre ángeles. Yo no era el más listo del salón, realmente era de rendimiento promedio pero esa mañana pasé al pizarrón y extrañamente resolví la ecuación más complicada de las que dejó el profesor como tarea la clase anterior. No fue la gran cosa, en realidad ese profesor llevaba 10 años explicando su clase aplicado los mismos problemas, las mismas ecuaciones y los mismos resultados año a año sin cambiar ningún signo, situación que aproveché al ver el cuaderno de mi hermano quien el año anterior había heredado de un primo la famosa tarea.

Obviamente acepté ayudarla, después de clases fuimos a la biblioteca mientras yo me sentía el galán del siglo al notar la envidia en la mirada de amigos y extraños. Yo lo único que debía hacer es pretender que soy sabiondo mientras le explico la clase basado en mi nueva biblia: el cuaderno de mi hermano. Extrañamente ese día ella entendió todo lo que yo le explicaba basado en la interpretación de mi nuevo testamento por lo que se veía contenta por sentir que por fin comprende la materia (vaya profe resulté ser) situación que aproveché para invitarla a salir el sábado al parque mecánico cosa que ella con gusto aprovechó.

Tenía tres días para aplicar un plan en donde ella quede tan impresionada que le sea imposible rechazar mi petición de noviazgo. Sí, lo sé, apuntaba muy alto pero como las oportunidades las pintan calvas me dije tengo que aprovechar este impulso. Lo tenía todo planeado, ese día me bañé 3 veces, me rocíé con el perfume de mi hermano, me puse mi mejor pinta, me peiné a la moda y mientras tanto repaso mentalmente el plan: la espero en la entrada de la feria, vamos al trencito del terror, estará tan asustada que no dejará de abrazarme buscando protección, luego iremos a la montaña rusa para que no pare la emoción, posteriormente tomaré un peluche del brazo mecánico, comeremos un par de helados y luego a la rueda, allí sobre las luces de la ciudad me declaro y ella estará tan sorprendida y contenta que dirá que sí y nos daremos un gran beso. Mi plan no puede fallar.

Llegué dos horas antes, mi vida amorosa dependía de la efectividad de mi estrategia. Pasadas dos horas ella llega, se veía increíble, me saluda regalándome la sonrisa más hermosa que haya visto en mi vida sólo puedo pensar en el momento decisivo en la noria cuando pruebe esos lindos labios. Entramos al parque y el trencito del terror estaba en mantenimiento así que me queda la montaña rusa, seguro allí entre susto y emoción no dejará de apretar mi brazo.

Era la primera vez que yo subía a una montaña rusa, no tenía idea que ese inició lento fuera tan estrasante, yo sudaba como cerdo mientras ella estaba fresca como una lechuga, mi corazón latía a mil por segundo, cuando casi estábamos en la punta ella me comenta:- tranquilo, ya me he montado en esta montaña rusa un millón de veces, te va a gustar-, en ese momento vi como el plan B se lo comían los tiburones. Al fin nos detuvimos, todo daba vueltas a mi alrededor, estaba pálido pero debía mantenerme firme, mientras ella, bueno, como si estuviera paseando en bicicleta. Me queda el helado, eso pondrá las cartas a mi favor.

Me dijo que es alérgica a la lactosa, no puede ingerir lácteos por lo que sugerí entonces perros calientes, eso no tiene leche y aquí los hacen muy sabrosos aunque mi estómago no estaba listo para esa comida chatarra luego de semejante sacudón en los rieles mortales y un par de rizos. Me quería ver cómo un macho alfa, mi perro lo pedí con todo mientras ella lo quiso sin cebolla. Tomé la botella de ketchup y no salía nada, la agitaba con fuerza hasta que un chorrito rojo salió directo a su blusa blanca a la vez que deseaba que un gran hueco se abriera bajo mi calzado y me llevara a China.

Afortunadamente Johana tomó el incidente con calma, me dijo que no importaba que eso suele suceder, sólo me quedaba jugármela en la gran rueda, creo que puedo hacer de ese momento algo inolvidable. Ya en la noria se podían ver las luces en toda la feria, fue allí cuando luego del primer giro el perro caliente decidió contraatacar, un efecto del vertigo que sentía. La situación estaba crítica, mientras mi estómago amenazaba con una revolución ella me hablaba, decía lo agradable que fue el día y que le gustaría repetirlo algún día, y como colofón ella me dijo: como somos amigos ¿te puedo pedir un favor, me puedes presentar a tu hermano?, estoy enamorada de él... . Ya después de eso no me importó mucho regarle los pies con el contenido de mi estómago, bendito perrito caliente.

Carlos D. Pérez Guerrero / @waraira777