Casi perfecto | Sueños de un cerebro perturbado V

Recuerdo que se escuchaba el agua de un río correr de fondo, el sol sobre nosotros estaba escondido entre las nubes, aunque igual hacía calor. La tierra refrescaba nuestros cuerpos que acostados solo se tocaban por nuestros pies y nuestras espaldas. Tu voz era lo único que me permitía reconocerte, y por cómo suspirabas cuando las palabras no eran suficiente para expresar lo que querías decir.

Nuestros labios decían palabras simples, vacías, irrelevantes, la verdadera conversación, la verdadera lucha la llevaban a cabo nuestros pies, el roce con fuerza de nuestros talones, la caricia de nuestros dedos por la planta del pie, nuestros dedos luchando para saber quién era el más fuerte y decidido. Sabía que sonreías, yo lo hacía, y cuando te gané por estrategia en una guerra imaginaria soltaste la carcajada que estaba conteniendo. Solo cerré los ojos, llevé mis rodillas a mi pecho y en posición fetal disfruté de tu risa, mi alma la extrañaba, te había extrañado tanto.

Giraste y ya nuestras espaldas no se tocaban, ahora tu pecho estaba contra mí, tus brazos a mi alrededor y tus labios junto a mi oreja izquierda, aún te reías un poco, lo percibía por cómo murmurabas y el movimiento acelerado de tu pecho. Me diste un beso en el cuello y pediste que te volteara a ver. En ese momento comencé a llorar.

Dolió mucho en ese momento y duele cada vez más. Volteé a observarte, y mientras lo hacía la calidez del sol desapareció, el sonido del agua del río corriendo a lo lejos ya no existía y la frescura de la tierra bajo nosotros se convirtió en frialdad. Ya estando frente a frente, aún con los ojos cerrados y mis manos acariciando tu cuello, sentía tus labios recorrer mi rostro en una caricia suave y afilada, sentía que me desgarrabas el alma cada vez susurrando contra mis labios pedías que abriera los ojos y te observara.

Te besé, te besé mucho, te abracé con fuerza contra mi pecho y te dije que iba a abrir los ojos, pero en solo un momento, tenía que acostumbrarme a la luz nuevamente. Sonreíste y asentíste, acaricié por última vez tus labios con los míos, todo fue casi perfecto, entonces abrí los ojos y desperté.