Cuento en la escuela: Huellas

  Un ciclo académico suele estar marcado por diversas historias vivenciales. Algunas de ellas las recordamos como si sucedieron ayer, otras se disuelven con el tiempo e independiente de ello, cada una nos ayuda a evolucionar. Por ello, me complace unirme a esta dinámica memorable que auspicia @miftahulrizky . Sin más preámbulo, comienzo con mi participación.

  En mi historial académico, he recorrido cinco ciclos educativos hasta el momento. Siendo estos el nivel de preescolar, primaria, bachillerato, pregrado universitario y, postgrado universitario, acotando que, este último lo estoy cursando actualmente.

  Ahora bien, cada uno de ellos ha plasmado una huella memorable en mi vida y, a pesar de que es muy poco lo que recuerdo del preescolar, estoy convencida de que sucedieron cosas mágicas, porque cuando visito una escuela de este nivel, siento emoción.

  Viajando en el tiempo, llegamos a mi etapa de primaria, ciclo que desde hace mucho denominé como la magia del descubrimiento, ya que gracias al amor y profesionalismo de una profesora que estuvo encargada de mi educación en 3.° grado, me enamoré del mundo académico.

  Esta profesora se llamaba Ysolde y, hablo en pasado, porque falleció hace 8 años. Sin embargo, la huella que plasmó en sus alumnos fue tan simbólica que, para mí, ella vive en nuestro corazón. Les confieso que a pesar de que en primaria tuve la fortuna de conocer excelentes profesores, ninguno se igualó a Ysolde, ya que su pasión por enseñar, le permitía lograr que durante la clase no sintiéramos fastidio de estar en un aula y particularmente, sentí que con ella estudiar era muy divertido, porque aplicaba dinámicas lúdicas en todas sus clases.

  Gracias a la huella de Ysolde, todos los días iba al colegio muy emocionada; de hecho, para mí era desagradable que llegara el fin de semana, ya que esto implicaba que no iba a aprender escuchando sus relatos o jugando los juegos que ella todos los días nos asignaba para aprender algo referencial de una materia.

  Mi rechazo hacia las actividades numéricas no es tan agudo gracias a ella. De hecho, siempre resalto que aprendí a sumar, al igual que restar sin tanto miedo, con la estrategia que aplicó y de no haber sido así, estoy segura de que ese aprendizaje hubiese tenido el mismo nivel de traumático que los conocimientos numéricos que vinieron después.

  La pedagogía que ella aplicaba, le permitió enseñarnos a entrelazar lazos afectivos entre los compañeros. En nuestra sección, no existía el bullying y, hoy día, analizando su estrategia, puedo comprender que, si es posible detener esta mala acción y para ello, es indispensable que los profesores sean amorosos, al igual que respetuosos. Recuerdo que ella, cuando había un alumno que quería hacer una grosería, se sentaba a hablar a solas con él; jamás lo avergonzaba y después de esa tertulia, dicho niño no volvía a tener intenciones de agredir física o emocionalmente a otro compañero.

  Ysolde era partidaria de decir que la vida daba premios con estrellas y si queríamos tenerlas, debíamos tratar a las personas con respeto, porque ese valor era la clave para lograr que todos nos llevemos bien; esta lección sin duda alguna la comprendí muy bien varios años después, pero le agradezco inmensamente que nos dijera eso, ya que esa lección me impulsó a ser respetuosa con mis compañeros.

  Sin duda, las huellas que Ysolde plasmó en mi mente, corazón y por supuesto, personalidad, son imborrables y, particularmente, he estado trabajando para arraigarlas más en mí, porque he visto que me han ayudado a ser mejor ser humano cada día que disfruto.

¡Muchas gracias por leer mi publicación!

^{Las imágenes presentadas en esta publicación fueron editadas en la herramienta de diseño Canva y tienen exclusividad para esta publicación}