Tener una taza de café caliente entre mis manos siempre ha sido uno de los placeres de la vida que más disfruto presenciar. El café me ha acompañado en distintos momentos que hoy puedo recordar con gran cariño y reconocerlos como de los mejores de mi vida. Esta mañana, mientras preparaba la taza de costumbre, su aroma pudo llevarme como en un recorrido por los tres mejores recuerdos que tengo junto al café.

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Con el primer sorbo vino mi primer recuerdo y casi me hizo llorar, pero a la vez, también me hizo sonreír y agradecer por ello. En casa de mi abuela nunca podía faltar el café, para ella era una tradición prepararlo antes de que el día amaneciera, y cuando yo estaba con ella podía presenciar como sacaba cada cuchara del paquete de café “Fama de américa” para colarlo con agua hirviendo y que la casa entera se impregnara con ese peculiar aroma que desde pequeña me hipnotizó; siempre mantenía su radio encendida en sintonía con “Radio américa” mientras estaba en la cocina preparando el desayuno; de su parte recibía la primera taza justo en el momento que en radio américa afirmaban que ya eran las 6:00 de la mañana y la casa comenzaba a ser concurrida por cada uno de los que allí vivían.

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Ya llevaba la mitad de mi taza cuando vino el segundo recuerdo. Los domingos solía tener una cita con mi papá, yo lo acompañaba a hacer las compras de la semana y él me llevaba a tomar café a la panadería de siempre, me dejaba escoger las galletas que yo quisiera u otras veces él me recomendaba un nuevo postre para acompañar nuestra taza de café, mientras el leía el periódico y yo hojeaba la revista infantil que traía incluida la edición dominguera. Allí nos quedábamos un largo rato, siendo cómplices mutuos, porque en casa no estaba permitido tomar café.

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Seguidamente vino a mi mente el tercer recuerdo, como si se tratase de la continuación del recuerdo anterior, podía ver a mi papá llevándome de la mano en una tarde cualquiera, dirigiéndonos a la casa de su más admiraba amiga, aquella anciana llamada Omaira que figuró como una madre para él. Ella siempre nos ofreció una taza humeante de café con leche y el tradicional paquete de galletas “Maria”, que siempre fueron mis preferidas para acompañar el café; en esas acostumbradas visitas mi papá y yo de nuevo éramos cómplices porque a escondidas me daba la galleta que a él le correspondía, solo para verme disfrutar aún más de esas tardes con olor a café recién colado.

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El café, sin duda alguna, forma parte importante de mis recuerdo y de mi día a día, tengo la certeza de que seguirá creando buenos momentos para recordar en un futuro, justo como hoy está sucediendo. Muy difícilmente, tomar café dejará de ser parte de mis costumbres y de la familia que en algún momento formaré.