El Laboratorio
Solía invitarme al final de la tarde, cuando llegaba de sus ocupaciones habituales. Dejaba la bolsa de pan en algún mueble de la sala. Se sacaba el paltó, siempre pulcro y oloroso, lo doblaba limpiamente y procedía a desanudar la corbata, luego se disponía a comer cualquier cosa. Al poco tiempo escuchaba sus palabras: ¡Negro… vamos a trabajar…!
En esos casos el tono de su voz era agradable, relajado, nunca percibí algún tipo de tensión. No siempre era así. En otras situaciones muchas veces sonaba altanero y autoritario, y podía llegar a ser bastante intimidante.
El laboratorio era diminuto. Lo había construido en un pequeño espacio entre la sala y la cocina. La tabiquería esencial estaba hecha con láminas de cartón piedra. La pieza central era una especie de mesón largo, donde estaba colocada la ampliadora y las cubetas que contenían los líquidos del revelado. Todo el borde de la pared y el techo estaba tapizado con restos de trapos de todo tipo, así se evitaba que penetrara la luz. El más pequeño rayo de luz, por imperceptible que pudiera parecer, era fatal para el trabajo que realizábamos dentro.
La parte más delicada de todo el proceso era el revelado del negativo. Esto había que hacerlo en total oscuridad. Antes de comenzar, mi padre disponía todo en el sitio correspondiente, yo lo ayudaba pasándole los polvos que luego de disueltos y combinados formarían aquellos líquidos mágicos. A una señal suya me tocaba apagar todas las luces.
Entonces él, con una gran pericia, ´procedía a desarmar el carrete y a colocar la superficie contentiva de los haluros de plata en las cubetas respectivas, nunca se equivocaba… siempre lograba que despertaran las imágenes que dormían en el negativo. De haber conocido la palabra en aquel entonces, hubiese dicho que mi padre era un alquimista.
Copiar las imágenes al papel era menos complicado. Aquí ya podíamos trabajar con una luz de seguridad, de color rojo-naranja, para mí era el momento más emocionante, podía ver como se desplegaba la magia.
Mi padre hacía alarde de un montón de trucos para lograr la exacta cantidad de luz en cada parte de la imagen. Usaba las manos, abiertas, cerradas; las dejaba fijas o danzaba con ellas, hasta que consideraba que ya era suficiente.
Entonces la hoja de papel fotográfico, que era totalmente blanca, al ser sometida al baño químico se transmutaba en un sinfín de imágenes: niños recibiendo la hostia, novios colocando la alianza a la nueva esposa, padres sonriendo al lado del hijo titulado; la mayor parte escenas familiares, porque mi padre era el que inmortalizaba los grandes eventos con los que las personas celebran la vida. Eso hacían los fotógrafos.
Pasaron muchos años para que él me permitiera hacer uso del laboratorio. Entonces comencé a experimentar con la creación de imágenes, recordando algunos de los trucos que tantas veces había visto hacer. Más adelante, cuando pude acumular valor, le pedí prestada alguna de sus cámaras, desde entonces no he cesado de disfrutar tomando imágenes, las que ahora revelo en la pantalla de la computadora.
A sus 89 años los recuerdos comienzan a fallar en la memoria de mi viejo; sus neuronas, agotadas por el paso del tiempo, no encuentran ya algunas conexiones. Pocas veces logro que podamos convocar a los tiempos del laboratorio, cuando yo, con mi imagen de niño asombrado, veía como el mago hacía su función.
Gracias por su tiempo.
Wow! Ya sé de donde nace tu pasión por la fotografía. Siempre pensé que los laboratorios para revelados eran especiales, es decir, requerían de ciertos instrumentos, ¿industriales? No sé si sea el término adecuado pero, me refiero a un estudio con muchos equipos. Si supe de lo delicado del proceso y el tema del impacto de la luz sobre el revelado, una actividad muy compleja decían. Buen trabajo, saludos.
En ese tiempo era muy fácil tener estos pequeños laboratorios, donde podías controlar todo el proceso. Aquello era muy lindo y mi viejo era uno de los que empezó a inventar cosas como las viñetas, eso le encantaba a la gente, para ellos era una gran novedad. Gracias por la visita y el comentario. Abrazos.
Un emotivo relato de familia, @irvinc. Hijo de gato caza ratón, y tú has heredado esa pasión y mística. Es el legado de tu padre. ¡Saludos!
Saludos. Me alegra que te haya gustado. En ese laboratorio pasé muy buenos tiempos. Gracias por la visita y el comentario. Abrazos.
Hermosa anécdota. Saludos!
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Me alegra que te haya gustado. Agradezco mucho tu visita y el comentario. Abrazos.
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Qué belleza de relato, amigo! Es el tipo de historia que disfruto. Entre los elementos que nos ayudan a recuperar los recuerdos, están las fotografías. De una u otra forma, tu padre era un mago de los recuerdos. Como el recuerdo que nos traes hoy aquí y al que puedes volver cada vez que extrañes a tu viejo. Un abrazo fuerte para ti, @irvinc. ;)
Me alegra que te haya gustado. Conservar las fotos en papel era una forma de hacerle trampas al tiempo, de lograr fijarlo en algún momento de la vida. Gracias por la visita y el comentario. Abrazos.
Que lindo homenaje le haces a tu padre amigo. Hermosa historia.
Un abrazo.