Crónicas de lo cotidiano 033: "Hora involuntaria del té, o el arte de no hacer nada", por bonzopoe

Pocas cosas como la tranquilidad, cuyo valor muchas veces solo reconocemos en su ausencia. En este momento, en que sin quererlo, me encuentro tomando, como en Inglaterra a esta hora (alrededor de las 5pm) una taza de té, lo noto en cada poro de mi piel, y lo agradezco.

Después de un par de años con un nuevo ritmo de vida, que me ha permitido reencontrarme conmigo mismo en muchos sentidos, uno de mis placeres cotidianos es disfrutar de la tranquilidad de una vida simple, en la que el arte de no hacer nada, por primera vez después de 10 años, se ha vuelto uno de mis lujos más preciados.

El tener tiempo libre, que al principio me cayó del cielo como una maldición por el desempleo, y por el que luego luché, al evitar, no pocas veces con mucho esfuerzo, volver a la dinámica laboral de antes, es uno de mis logros más importantes en esta etapa de mi vida, y ha tenido consecuencias en varios sentidos, y que pueden variar en importancia, según el enfoque o perspectiva de vida desde el que se los mire.

El primero, y que más contradictorio e incluso absurdo, puede parecer a muchos, es que ha sido a costa de trabajar y ganar menos, cuando he tenido oportunidad de trabajar y ganar más. Esta ha sido una decisión consciente, ya que antes ganaba más y trabajaba más, pero a costa de vivir siempre estresado y con una calidad de vida mucho menor a la que tengo ahora. A pesar de lo contra intuitivo que puede sonar, trabajar más no siempre es lo mejor, y a veces trabajar menos, es lo indicado.

Las otras consecuencias derivan de que he tenido que reeducarme, y hacerle menos caso, e incluso ignorar, lo que te dice el entorno, y son todas positivas, al menos hasta el momento. En esencia lo que he hecho, y sigo haciendo, es descubrir que es lo que necesito para estar bien, y ser feliz, en vez de seguir el camino que los tiempos actuales nos trazan.

He dejado de comprar mil cosas que realmente no necesito, he recuperado mi apetito lector, y de escritor, porque finalmente he tenido tiempo para ello. He cambiado mi dieta, muchos de mis interesas, los contenidos audiovisuales que consumo, mi administración del tiempo, y muchos aspectos de mi cotidianidad en los que antes ni siquiera reparaba, y cuya importancia ignoraba.

He vuelto a disfrutar cocinar y arreglar la casa, y a saborear cada bocado de alimento, y valorar cada gota de sudor que libera mi cuerpo cuando estoy barriendo o limpiando el jardín, y un sin fin de cosas más. Muchas de ellas, nuevos placeres, que en realidad son viejos pero en los que nunca había reparado, pues siempre habían estado ahí, al alcance de mi mano.

Ahora que sin querer me he preparado un té, a la misma hora en que suelen hacerlo los ingleses, y que me siento a revisar tareas de algunos de mis alumnos, mientra escucho un disco de Nortec Collective y veo al sol que empieza a empacar sus cosas para irse a descansar, me doy cuenta de lo afortunado que soy de haber roto el ciclo en el que estaba, y casi agradezco haber perdido mi trabajo hace unos años.

Escribir esto es parte del mismo proceso de transformación. Escribir las cosas las evidencia, y las refuerza, y es algo que disfruto hacer, porque siempre me permite descubrir nuevas cosas en el proceso.

Sin embargo, si me disculpan, les dejo por esta ocasión, que quiero terminar temprano y practicar uno de mis placeres de más reciente adquisición: el arte de no hacer nada, y estar en contacto con el todo, como solía ser antes de que como sociedad nos enajenaramos tanto con esto que llamamos modernidad. Hasta la próxima.