Confieso que a veces el día no termina tal como quisiera, a veces las horas no quieren morir y en el intento de salvarse todas sus agujas se clavan sobre mí. Es la sensación de un viento quieto que no se deja respirar, y es en esos días que el grito de mi alma no cabe en mi garganta.

Confieso que a veces te miro a los ojos y no puedo encontrarte, imagino el fantasma de tu amor tan lejos de aquí, que siento que la hierba llenara el camino para que no intentes regresar.

Confieso que a veces el miedo me preocupa hasta los huesos, y es en esos días que cualquier canción puede dañarme, es siempre vulnerable el cuerpo que protege a este escudo de papel. No se adonde correr ni el porqué de tanto apuro.

Confieso que a veces no sé cómo tocarte, tantas emociones trabajadas en cristal me amenazan la palabra y hasta el tono de mi voz, a veces tan pesada es esta oscuridad que todo mi aliento agoniza en el suelo el sacrificio inútil de llegar a vos. Confieso que a veces no sé muy bien adonde estoy.