Hace unos minutos salí a comprar el pan para mañana. Últimamente me he estado levantando tarde y el sol después de las diez de la mañana es intenso, encandila y quema la piel. Mis brazos están bronceados debido a la luz de esas horas.

En un punto, antes de mirar a ambos lados para cruzar la carretera, escuché una canción de Techno-Merengue de Sandy y Papo que se puso de moda cuando era pequeña por allá en la segunda mitad de los años noventas y, justo ahí, recordé una fiesta a la que me invitaron cuando tenía cuatro años.

Recuerdo que había confetti tirado en el piso y yo lo amontoné y lo tiré al aire. Sentí las partículas de polvo o tierra en las palmas de mis manos. Mi mamá y yo nos fuimos cuando le dije que tenía sueño.

Años después, mi mamá y yo veíamos un DVD de canciones de los setentas, ochentas y noventas. El disco que contenía los videos se echó a perder y yo dije:

—Voy a cambiar la cinta.

En fin, desfase temporal.

Cuando veía esos videos de presentaciones de bandas que ya no existen tenía la impresión de haber llegado tarde a alguna parte. ¿Una fiesta quizás? No, no necesariamente una fiesta, pero la sensación de haberme perdido de algo importante que los demás vivieron y que yo no por pendeja, es permanente.

ABBA y Barbra Streissand estaban de moda cuando mi madre era una niña y yo sentía que me había perdido esa época lo cual no tiene sentido porque para empezar, mi mamá tenía sólo catorce años.

Ahora, volviendo con Sandy y Pappo, ésos sí que estaban de moda cuando aparecí en este mundo. Son muy pocos los que se acuerdan de éstos cantantes y cuando suenan en las fiestas es porque ya la gente está borracha y triste por la nostalgia y los estragos del alcohol.

Esta sensación de ir muy tarde o de no estar a tiempo en ningún lugar para nadie me ha acompañado toda la vida. O, si no voy tarde sin querer tomo otro camino diferente al de los demás.