Les cuento, que mi afinidad con la joven María y su familia, me permitió ser cercana al evento más sublime de la historia humana. Yo, sabiendo los grandes escándalos que podían cernirse en torno al embarazo de esta jovencita, doncella y además piadosa, me hice empática con ella, y prácticamente me propuse ser su colaboradora y hasta defensora.

Cuando se sabe que no siempre la cultura y la tradición tienen la razón o verdad, debe salir de algún lugar un revolucionario. Yo siento que Dios me dio ese trabajo en días del embarazo de la joven María. Hasta su prometido, José, había pensado en abandonarla, no porque fuera malo, si no porque a esta muchacha sele venía encima el más duro trato social, por haber quedado encinta sin aun haber contraído nupcias.

Gracias al cielo, que Dios tenía un plan sorprendente. Este incluía la interacción entre ángeles y humanos, para aclarar el mensaje mesiánico. Sé que en la historia se va a narrar sobre el ángel que le habló a José y le persuadió de quedarse con María para protegerla a ella, pero sobre todo a la criatura que se gestaba por obra y gracia del Espíritu de Dios.

También, por supuesto, se va a hablar del ángel que le declaró a María que ella sería la madre del Salvador de este mundo. Todos estos eventos, por ser señales importantísimas quedarán en registros para la posteridad.

Pero, yo también fui persuadida a cuidar a esta jovencita y al bebé que venía en camino. No diré falsedad, presumiendo que un ángel me habló, ni tampoco tuve un impacto audible de la voz de Dios. Lo que sí, es que en mi interior, en mi pensamiento, yo fui movida a atender, aconsejar, consolar y cuidar mucho de María.

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Ella era novata en todo. Su mamá, Ana, no era tan comunicativa como ella necesitaba, era más bien tímida. De modo, que yo le asesoré con todo referente a su embarazo. Que si debes tomar los jugos sanos, que si alimentarse aunque las náuseas agobien, que si tener una maleta lista por si toca salir cuando empiece el trabajo de parto.

Tan cercana estuve de María, que en el viaje yendo a empadronarnos, estuve atenta a su cuidado, hasta que arbitrariamente, llegados a Belén, nos separaron, a las mujeres mayores nos pusieron aparte. De ahí perdí el rastro de María.

¿Qué pasó durante esas horas que no la vi? Yo, me andaba censando con mi familia. Y ella, pues, ella estaba dando a luz a su bebé. Lamenté no estar allí. Pero me consuela saber que no estuvo sola.

Lo que sí debo decir, es que, en el momento en que el bebé Jesús, nació, hubo un silencio inexplicable. El cielo nocturno se cubrió de un fulgor de estrellas muy intenso... Vimos a muchos pastores bajar de las laderas, dirigiéndose a un lugar, muy bien ordenados. Ahora comprendo a dónde se conducían.

Les confieso que perdí el rastro de aquella joven doncella. Al menos pasaron dos años, y un día, sacando agua del pozo, vinieron tres sabios directo de oriente. Buscaban dar de beber a sus camellos y yo les dí, no solo agua, si no pasto fresco, y a ellos una buena comida. Luego, los acompañé a buscar al bebé Rey que había nacido, y que una estrella les había guiado. Dos años, les tomó encontrarlo, lo mismo que a mí.

Y al hallarlo, le adoraron, como el Hijo de Dios, como Dios encarnado, presente e inmanente. Le otorgaron hermosos obsequios, que el bebé no podía disfrutar aún: ORO, INCIENSO Y MIRRA. Luego, yo miré a María, la abracé y felicité por haber sido portadora del Rey y Señor de este mundo.

Esta fue mi experiencia, la cuidé a ella, esa fue mi labor. Contribuí a una misión muy grande, que en ese momento no comprendí pero ahora veo que siempre es bueno obedecer, porque desconocemos los planes de Dios, es decir, son superiores a nuestros propios proyectos, de modo, que bien haríamos en ceñirnos y entregarnos a su sabia voluntad.

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Todo el escrito me pertenece.
Invito a @oneldoors @yrmaleza y @natyart que se unan a este concurso

Con amor,
Blanca