Empezó a escribir en la pizarra el texto que yo le iba dictando, relacionado con el pastoreo de toros y vacas en un verde prado. Al dictarle la oración Las vacas levantan sus cuernos al poniente volteó su cabeza de cabellera perfectamente cortada hacia mí. Desafiante me dijo: “¿Usted tiene algo que decirme?”

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Me desconcerté: ningún estudiante me había hablado antes así e ignoraba la razón de su pregunta. Luego soltó insultos contra sus compañeros que se reían de su actitud. Después me miró nuevamente, inquiriendo: “¡Si tiene algo que decirme de mi marido, dígamelo ya!”

Nada dije, aguantando mi risa, la dejé hablar: “¿Usted saber algo? Si me está montando cachos, ¡dígamelo ya! Y no me esté mandado a analizar estas oraciones con vacas, toros, cuernos, cachos...”

Respiré profundamente, luego le contesté: “Mira, apenas sé tu nombre. No te conozco, tampoco a tu marido, si te monta cachos no es asunto mío. La vida sexual de ustedes no me interesa. Soluciona tus asuntos íntimos en tu casa, no aquí en el salón de clases. ¡Y siga resolviendo sus oraciones, que a eso vino!”

Ese texto nunca más lo usé. Pero esa oración quedó grabada en mi memoria. Ese día aprendí que hay personas afectadas por alguna mal querencia buscando respuestas, asociaciones, en cualquier motivo, ¿tal vez para sufrir más? Tiempo después supe que se había divorciado.

Invito a mis amigos @acostacazorla, @isauris y @orangelmorey.